DestacadasNotas de Opinión
Crónica del Álbum blanco, último disco de Rubén Juárez
Hace 20 años, para estos días, más exactamente el 11 de diciembre de 2002, presentábamos el que fuera el último disco de estudio de Rubén Juárez.
El nombre de ese trabajo discográfico: Álbum blanco de Rubén Juárez, memorable encuentro de un gran artista con su público.
Todo ocurrió en el Teatro N/D Ateneo, de la calle Paraguay 918, de la ciudad de Buenos Aires. Ese día, 11 de diciembre, se celebraba, como todos los años, el día Nacional del Tango.
Tanto el Gobierno de la ciudad como el nacional, se convocaron a una fiesta a lo grande. Había espectáculos gratuitos de tango en toda la ciudad.
El tango volvía a ocupar un espacio preponderante dentro de nuestra cultura. Un gran amigo, Natalio Etchegaray, me dijo si creía conveniente presentar el Álbum blanco para esa fecha. Yo, sin dudarlo, le dije que sí. Era el mejor homenaje que le podíamos hacer al tango y a los fervientes seguidores de Rubén Juárez, más allá de los espectáculos gratuitos.
Pero, esta historia comenzaría un año antes. Lo recuerdo como si fuera hoy. Corría el mes de noviembre del 2001 y José “Pepo” Ogivieki, director musical del Negro Juárez, iba a ser homenajeado por el cantor, en el mítico Café Homero, de la calle Cabrera 4946 de Palermo Viejo. Y José tuvo la deferencia de invitarme.
Fue una noche inmensa, en donde Juárez, con su habitual histrionismo artístico, se brindó de lleno a su público, a su homenajeado, convocando sobre el escenario a todos los duendes. Hasta se dieron el lujo de estrenar un tema instrumental de José, titulado Reunión, y del que hay grabación. La noche finalizó con ovaciones del público presente, que no dejaba de vivar al artista, como a José Ogivieki.
Después, vino la ‘recalada’, encuentro infaltable al finalizar cada actuación de Rubén Juárez, que era compartida, íntimamente, por amigos, allegados y algún parroquiano que se quedaba oculto entre las penumbras, hasta que esto sucediera. Cuando salimos del Café Homero, eran las 10 de la mañana del día siguiente.
Antes de despedirnos, le planteé a José que era casi un agravio que Juárez no grabara desde el año 1987. Hacía catorce o quince años que no teníamos registros de él. El título de su último disco era De aquí en más, publicado por el sello Emi-Odeón, con arreglos musicales y dirección de José Ogivieki.
Le pedí a “Pepo” que intentara formalizar una cita con Juárez para hablar sobre la posibilidad de grabar un nuevo disco. Y así lo hizo. A los pocos días, estábamos encontrándonos, José Ogivieki, Rubén Juárez y yo, en el Café Homero.
Recuerdo la escena como si fuera hoy. Llegamos con Pepo, entramos al Homero y Juárez estaba parado junto a la barra del boliche, que justo quedaba al fondo del mismo. Yo lo conocía a Rubén, claro, pero, no tenía la más mínima confianza con él.
Nos presentamos formalmente y me increpó inmediatamente: “me dice Pepo que vos querés hacer un nuevo disco mío”. Respondí que sí, pero, con algunas características particulares, las que comencé a detallar minuciosamente. Juárez miraba a Pepo como intentando encontrar verdad en mis palabras, mientras tanto, yo seguía ofreciendo detalles de la organización del disco. Rubén comenzó a escucharme con mayor atención y yo, que había ido preparado para aquel encuentro, me guardé la carta final para cerrar aquel dialogo que no habrá durado más de 45 minutos. Esa carta final estaba dada en mi conocimiento absoluto de que Rubén Juárez era un fanático de Los Beatles e, inmediatamente, le propuse el título que llevaría aquel trabajo si se concretaba, Álbum blanco de Rubén Juárez. Al finalizar la charla, nos intercambiamos los teléfonos, mientras me decía: “lo pienso y te llamo”.
48hs. después, recibí una llamada de Rubén, invitándome a desayunar en su casa del barrio de Villa Urquiza, ubicada en Olazábal y Álvarez Thomas. Imagínense a Juárez, dueño de la noche profunda, invitándome a desayunar.
Allí llegué. Él estaba con una bata de seda búlgara. Me hizo pasar, fuimos directamente a la cocina, donde nos esperaba café con leche recién hecho y unas medialunas que yo había llevado.
Recuerdo verlo parado en un extremo de la cocina y yo sentado en el opuesto, casi cerca de la puerta. Sin mediar muchos prolegómenos, me dijo: “el disco lo vamos a hacer, pero, además, quiero que seas mi manager”. Inmediatamente, le respondí: “Rubén, yo he producido muchos discos, pero, jamás he sido manager de nadie, me estás tirando con un piano sobre la cabeza”. Él replico: “no importa, vas a aprender”.
Y vaya si aprendí…
En lo inmediato, organizamos, junto a Juárez, un show en el Café Homero, donde él haría público la próxima grabación de su disco. Por suerte, tuve la idea de filmarlo. Es un espectáculo de 1 hora y 20 minutos. Pero, esa es otra historia.
Recordemos que estamos transcurriendo mediados de diciembre de 2001, vivíamos en una sociedad convulsionada por los hechos sociales y políticos de aquellos días. Corralito, corralón, saqueos eran palabras comunes por aquellos momentos. Pronto, llegaron el 19 y 20 de diciembre, con una sociedad movilizada en su totalidad, con marchas de piqueteros (con hambre) y ahorristas (con su dinero trabado en los bancos) que se hacían oír con la consigna: “piqueteros y ahorristas, la lucha es una sola”. Después, estos últimos, a través de amparos en la justicia, comenzaron a recuperar sus ahorros y miraban ya de reojo a los piqueteros. Hubo 39 asesinatos por parte de las fuerzas de seguridad. Las Madres de Plaza de Mayo fueron apaleadas por la policía Federal, mientras, algunos medios de prensa escondían los hechos. La voz popular gritaba: “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”. De La Rúa, presidente de aquel atroz momento de la Argentina, renunció. Y, en el transcurso de 11 días, tuvimos 5 presidentes.
Dentro de ese marco, nosotros teníamos la utopía de grabar un disco. Mucha gente se había ofrecido para colaborar y apoyar el proyecto, pero, desaparecieron todos. No quedó ni uno. Esta historia está contada con mayor precisión en el documental que realicé, años después, junto a Gastón Varela, Álbum blanco en tiempo negro, disponible en la plataforma Youtube.
Con José Ogivieki, seguíamos buscando repertorio para aquel disco. Pasaron más de 150 obras por nuestra mesa de trabajo. Mientras, yo intentaba conseguir los fondos para que se hiciera realidad.
Y la realidad, o lo que buscábamos como realidad se hizo verdad de mano de una Pyme argentina, el sello discográfico GLD. Ya podíamos respirar, aunque, no tanto. El aporte de dinero que se había conseguido no era suficiente para la realización de arreglos musicales, pago a los músicos y horas de grabación. Pero, allí también, se puso de manifiesto el trabajo comunitario de los compañeros músicos, que decidieron cobrar la mitad por su trabajo con la finalidad de que el disco fuera posible.
Quiero hacer una mención especial para ellos: José Ogivieki, Carlos Genoni, Pocho Plamer, Raúl Luzzi y, como invitado, Horacio Romo.
Pero, en una sociedad convulsionada como la de aquellos días, era frecuente que pasaran cosas. Estábamos finalizando la grabación, Rubén ya había puesto las voces y, un buen día, el técnico del estudio nos dijo: “no puedo darles más horas, me estoy separando de mi mujer, así que no voy a seguir con este trabajo”. Para aquellos que no conocen el trabajo de la grabación de un disco, les cuento: las horas se pautan con mucha anticipación…, pero, en este caso, fue imposible seguir.
Con los magros pesos que nos quedaban, buscamos un lugar donde realizar la mezcla del disco y encontramos el estudio de un gran amigo, Quique Vergani. Allí, comenzamos a darle forma a lo que sería, definitivamente, el Álbum blanco de Rubén Juárez, a mezclarlo.
La convulsión seguía en el país, ya que eran muchos los sectores sociales que se encontraban en condición de vulnerabilidad. Llegó otro día nefasto para nuestra sociedad, como fue el asesinato, por parte de la Policía de Provincia de Buenos Aires, de dos militantes sociales, Maximiliano Kosteki y Dario Santillán. Estos crímenes adelantaron la salida del presidente Eduardo Duhalde, con el posterior llamado a elecciones para marzo del 2003.
Años muy duros los que nos tocaron vivir, mientras soñábamos con un disco en medio de una sociedad totalmente fracturada.
El disco se terminó, se presentó y fue muy grande el recibimiento que tuvo por parte del público y de la prensa, transformándose en una de las bisagras del tango.
Vaya desde estas líneas un abrazo fraterno a cada uno de los habitantes de esta tierra que, aún hoy, siguen peleando por sus ideales.
Como decía Rubén Juárez: “¡Viva el tango y viva Carlos Gardel, que era de Racing!”.
Carlos Varela es cantor, productor discográfico, artístico, televisivo y radial. Vive en Boedo, Comuna 5, CABA.
Comentarios de Facebook