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«Ya no quedan más amigos de lo eterno»

Este año, desde Con Fervor, vamos a recordar una serie de discos que cumplen cuarenta o cincuenta años y son considerados clásicos. Ya el hecho de que, después de todo ese tiempo transcurrido, uno los recuerde, otros los recomienden, algunos sellos los reediten y hasta se sabe que son piezas buscadas por los coleccionistas, entonces, merecen un espacio. Hoy, comenzamos esta serie con un doble publicado en febrero de 1973: Pescado 2. Pescado Rabioso tuvo una carrera corta, apenas 3 discos, pero, fueron más que suficientes para ingresar por la puerta mágica de la historia grande. Fue, sin duda, la etapa más rockera de Luis Alberto Spinetta y uno de sus mejores ingresos al mundo de lo imperecedero.

 

Hace pocos días, se cumplieron 50 años de un álbum emblemático del Rock Argentino: Pescado 2. Los que seguimos la trayectoria de Luis Alberto Spinetta lo tuvimos en vinilo, en cassette, luego, en CD y, ahora, en la computadora. Es una compañía musical que sonó a lo largo de todos estos años. Es el segundo disco de la banda y el quinto que publica Spinetta. El lanzamiento estuvo a cargo del sello Microfón, por ese entonces, el sello más ligado a nuestro rock. Los que estuvieron presentes en el recordado recital de Vélez de Las Bandas Eternas, recordarán que tres temas de este disco sonaron esa noche: Poseído del alba, Credulidad y Hola dulce viento.

Seguramente, Pescado 2 no fue pensado como la despedida de Pescado, ya que, al tiempo, la banda decidió separarse y el ciclo se cerró con Luis Alberto unido a algunos amigos haciendo Artaud, pero, de la banda sólo quedaba el nombre.

La grabación se realizó en noviembre de 1972, en los Estudios Phonalex, en Buenos Aires, y estuvo a cargo de Norberto Orliac. El creativo arte de tapa fue obra de Viviana Rossi, Luis y Gustavo Spinetta y Jorge Vizñovesky, quien, también, estuvo en el disco Desatormentándonos, aportando su locura.

La primera rareza de este trabajo es que el disco es doble, algo inusual en la música argentina de entonces.

Para Pescado 2 ingresó David Lebón, en reemplazo de Bocón Frascino. El Ruso venía de ser batero de Color Humano y Pappo´s Blues, todos conocemos su versatilidad.

 

Aquí la ficha técnica:

  • Luis Alberto Spinetta: guitarras, voz, bajo en Mañana o pasado
  • Carlos Cutaia: órgano, piano, tacos en Mi espíritu se fue y dirección de cuerdas en Cristálida
  • David Lebón: bajo, voz, guitarra acústica, solo de guitarra eléctrica en Mi espíritu se fue
  • Black Amaya: batería y percusión

 

El disco marca la introducción de Spinetta en la obra literaria de Artaud y Rimbaud, de manera que, en las letras, aparece una poética que iba a ser característica de este autor y compositor marcando a fuego el resto de su obra. Es muy interesante leer el cuadernito que viene junto con el doble y ver frases, consignas, dibujos en donde se aprecia toda esta revolución interna que pasaba por la cabeza de Spinetta.

En la tapa creo que está la pauta de lo que se va a escuchar, hablo de toques de locura, vanguardia, imágenes oníricas, naturaleza. Vemos un pez con cuerpo deforme y mirada que impacta, muy despierto y de su cola se desprenden tres corcheas como goteando. Sobre uno de los costados de la tapa vemos árboles colocados de forma horizontal, que, se informa en aquel cuadernito, que son petiribíes argentinos. La figura del árbol es una fuerte presencia en varias letras de Spinetta. Todo un símbolo metafórico. Esto es obra de Gustavo Spinetta, quien, también, aparece en la banda como baterista. Con el tiempo esta imagen de los árboles pasó a ser una especie de logo del grupo.

Contratapa de Pescado 2. Foto: Viviana Rossi.

En la contratapa, hay una hermosa foto de Viviana Rossi con tonos amarillos, donde se ve al grupo en una imagen típica de época: los músicos recostados en un parque y con look de hippies porteños.

En el arte interno, se muestran varios dibujos e ilustraciones del propio Luis Alberto a modo de historieta.

Hay un comentario en este cuadernito que marca un rumbo: “Cuando estés sacando uno de los discos para poner el otro, proponele a un amigo que esté cerca, que mire al centro del cuadernillo. Este punto imaginado que vea será el punto en el que Pescado Rabioso comenzó a edificar esta selección musical. Finalmente, creo que ese es el punto al que tenemos que llegar, desnudos de liberación, en el espacio. Cualesquiera sean los atributos de este punto.

Punto: centro de la energía emanadora de las fuentes esenciales.”

En dicho cuadernito, leemos un poema de Rimbaud llamado Puentes, que pertenece a su libro Iluminaciones, considerado una obra cumbre por los surrealistas. En la segunda parte, dedicada al disco 2, hay otro poema, llamado Estado matinal, firmado por los cuatro integrantes y que está dedicado al mismísimo Rimbaud, el gran influyente de este trabajo.

Es muy alocado y original el comienzo del disco. Es el tema Panadero ensoñado. Quizá, no habría que decir nada y escucharlo, para no anticipar la sorpresa. Es el toque humorístico. Lo que sigue es, realmente, de lo mejor de la obra spinetteana: Iniciado del alba y Poseído del alba, con clara influencia de Rimbaud. Particularmente, creo que la canción Poseído del alba es uno de los puntos más altos de la historia del rock argentino, una belleza por donde se lo mire, con una armonía tan rica como original, una melodía dulcísima y varias frases de la letra que han quedado para la posteridad: “El alba me sorprenderá, con la vista sumergida en el mar, donde van los colores, a la cerrazón. Estas son luces que nacen y mueren, ya no quedan más amigos de los eterno”. Para luego confesar, íntimamente: “Soy un ángel de hambres muy bien reales, soy tan frágil que tengo, como vos, que transformarme”.

Arthur Rimbaud. Foto: Étienne Carjat.

Hay un blues en acordes menores: Como el viento voy a ver. Con una melodía tan delicada como melancólica. El tema es tan genial que derrota por goleada a la calidad sonora que nos perturba. En este disco, se da el debut compositivo de David Lebón, aportando una gran canción: Hola dulce viento (Mañana o pasado).

Uno de los momentos más exquisitos del disco se da en la bella canción Credulidad, un clásico, que aportó frases inolvidables al acervo rockero: “Pero vas donde sonrisas te dan, esos encapuchados de un mundo viejo, no, ¿no ves que nada te dan? Credulidad…”. Para agregar: “Lo peculiar de nuestro gran calabozo, es esta especie de terror por el bosque. La risa, nena, no podrá surgir, a menos que te subas al árbol. Bien, el árbol es la verdad, descansa por tu cuerpo, cierra ya los ojos, hoy tus uvas vas a tirar, credulidad…”.

Sobre esta canción, Spinetta declaró, alguna vez: “Si en la vida hay algo que marca es el amor… cuando un amor se quiebra en el aire, la herida es imperecedera, como un estigma”.

Por ahí, escuchamos una linda canción que nos llamó la atención: Ámame petiribí. Lo que nunca pensamos era que, allá por 2020, la íbamos a volver a escuchar, pero, esta vez, en la voz del yankee Eminem, dándole todo un giro de estos tiempos modernos.

Una de las canciones que más recuerdo que me empujaban a poner este disco en el viejo Wincofón y escucharla en forma ritual era Madre selva. Una obra que uno, hoy, define como bien progresiva, representativo de esos años, con un sonido adelantado a su época, con gran trabajo de Cutaia en el hammond y la llamativa forma en que Spinetta rasguea su guitarra. Una de las canciones más conmovedoras que trae este trabajo.

El cierre del disco es apoteótico, con un hermoso tema con aires de rock sinfónico: Cristálida (aguas claras de olimpos). Por allí, dice la letra: “Aguas claras de olimpos, que la diosa guarda, los caballos del día, que la diosa guarda; los caballos del día sudan de golpe frente a mí, temblando de carreras… sombras inútiles del parque, los que llamaba no aparecieron, todo gigante termina exhausto de que lo observen los de afuera”.

Aquí, se suman los músicos de la Orquesta Sinfónica Nacional, bajo la dirección de Carlos Cutaia. En medio de ese clima cuasi clásico, se escucha a Spinetta declarar, al mejor estilo Rimbaud: “Ya no tengo más dios”.

Estamos, sin lugar a dudas, frente a uno de los discos que, por algo, quedó en la historia e, incluso, es uno de los vinilos más buscados por los coleccionistas, que pagan verdaderas fortunas por esos álbumes. El rock argentino se ha internacionalizado y es muy común caminar por algunas ferias de discos y escuchar a varios extranjeros preguntar por ediciones de este tipo y pagar precios inimaginables. Hace unos años, escuché a alguien contar que, en Los Ángeles, un productor yankee le preguntó por Pescado, si había manera de contratarlo para una gira por allá, porque era un éxito seguro. Hay una foto famosa donde se ve a Robert Plant con una remera de Pescado, una imagen soñada y que santifica.

Pescado Rabioso fue la etapa más rockera de Spinetta. Acá se nota la fuerte influencia de bandas como Led Zeppelin, sobre todo, en los riffs de guitarra. El disco es de lo poco de Spinetta que trae ciertas “desprolijidades”, pero, creo que esto es debido a la simpleza de la maquinaria de los estudios, frente a semejante propuesta artística, que, seguramente, se vio desbordada. Esto es algo muy notorio en varios discos de esa época. Por esos años, la mayoría del material que se publicada estaba enfocado a la llamada “música comercial o complaciente”, que no requería una tecnología de avanzada ni técnicos exquisitos. Todos se conformaban con lo mínimo y se encolumnaban detrás del fetiche de las ventas.

Recomiendo, fervorosamente, escuchar este disco doble, leer sus letras con un pie en la poesía y otro en la filosofía, dejarse viajar por hermosas melodías, que son de lo mejor que se ha producido en la Argentina y que, ahora, también, navegan por los oídos y equipos de países lejanos. Es muy bueno que esto nos ocurra, pero, creo que es mejor, aún, que tomemos conciencia que está sucediendo. Yo le debo mucho a este disco, a estas canciones, no sólo la felicidad de escucharlo, sino, un enorme salto de información acerca de los asuntos del espíritu, del amor, de la poesía y su camino rumbo a la sabiduría ¿Cómo no comentarlo?


Jorge Garacotche es músico, compositor, integrante del grupo Canturbe y presidente de AMIBA (Asociación Músicas/os Independientes Buenos Aires). Vive en Villa Crespo, Comuna 15, CABA.

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