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Wicked For Good o el simulacro como una herramienta de poder

Acaba de estrenarse la segunda parte de esta historia, cuyo epicentro es la amistad entre Elphaba (Cynthia Erivo) y Glinda (Ariana Grande). Un relato con más atención hacia la construcción política que, al mismo tiempo, debe trazar una línea de continuidad con el universo de El mago de Oz.

 

Con un estreno mundial el pasado martes 4 de noviembre en San Pablo, Brasil, Wicked For Good encendió la llama de miles de fans, expectantes ante la posibilidad de estar cerca de Cynthia Erivo, Jonathan Bailey (nombrado por la revista People el “Hombre más sexy del mundo”, en su más reciente edición) y el director John M. Chu, quienes pasaron por la red carpet. Muchas/os asistieron a la función como cosplayers y -hay que decirlo- no escatimaron ni en gastos ni en tiempo para lucir como alguno de los personajes de las dos películas. Ariana Grande no pudo ser de la partida; según ella misma explicó en un video proyectado en la inmensa pantalla del Suhai Music Hall, un contratiempo con el avión que debía trasladarla hizo imposible su arribo a Brasil.

La larga espera se interrumpió con la presencia en el escenario del realizador y las/os dos intérpretes, luego de una conducción introductoria a cargo de figuras locales que amenizaron la espera. La platea aplaudió, gritó y celebró las intervenciones estelares hasta que -como en todo ritual cinematográfico- las luces se apagaron y se abrieron las puertas de Oz, con el famoso camino amarillo en plena construcción y la aparición de Elphaba, la “Bruja Mala del Oeste”, intentando frenarla. Sin tener otra opción más que vivir en la clandestinidad, su situación muestra una línea de continuidad con el fin de la Primera Parte. Diametralmente opuesto es el presente de Glinda, quien se convirtió en la portavoz del Mago y puede disfrutar de los privilegios y la vida palaciega en medio de sus planes de boda.

Este retorno a Oz tiene dos singularidades: por una parte, construye sobre la compleja amistad entre las dos brujas una reflexión sobre el poder y el simulacro como una forma para detentarlo; por otra parte, profundiza la línea de continuidad con el libro de Frank Baum y su célebre transposición cinematográfica de 1939, a cargo de Victor Fleming, en donde su impronta camp y la icónica actuación de Judy Garland lograron hacer del film un clásico inoxidable. Sin lugar a duda, la primera singularidad es la que encuentra una mejor resolución, con asambleas de los animales-parlantes que, como nunca, se ven cada vez más vulnerados, al punto de tener que vivir escondiéndose para no terminar encerrados; Elphaba erigiéndose como revolucionaria/mártir y Glinda asimilando que todo lo que la rodea es mero decorado para que el verdadero poder tome el dominio de las vidas precarias (haciéndolas aún más precarias, como suele suceder).

En relación con el desarrollo argumental, la aparición forzosa de Dorothy (ofrecida como metonimia; jamás la vemos completamente) y la justificación -bastante antojadiza, por cierto- del origen del Hombre de Hojalata, el León (que ya no está antropomorfizado) y el Hombre de Paja (por lejos, la parte más endeble del relato) se parecen más a un parche que a una genuina conexión con el universo primigenio. Es posible que este trazado argumental funcione mejor en el escenario -no olvidemos que la película es una transposición-, pero claramente no termina de resultar convincente en la pantalla grande.

Ya sin ese hit Bigger than life como Defying Gravity, no aparecen canciones memorables en Wicked For Good. A cambio, podemos conformarnos con el logrado desempeño vocal de Erivo y Grande y un diseño de arte (vestuario y maquillaje, de lo mejor que veremos en este 2025) que le hacen justicia a este verdadero tanque que ofrece un final épico (acaso, ¿podía ser de otro modo?). Un desenlace que, gracias al arco dramático de Elphaba y Glinda, conecta con la sensibilidad sorora y le da una impronta más contemporánea a Wicked.


Ezequiel Obregón es docente en el área de Lengua y literatura y periodista cultural. Es estudiante de la Carrera de Artes Audiovisuales, con orientación en Realización (UNLP). Integra el Área en Investigación de Ciencias del Artes del Centro Cultural de la Cooperación. Vive en San José, Temperley, provincia de Buenos Aires.

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