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Secretos de familia

Los sonámbulos, de Paula Hernández (2019)

En momentos como el que estamos atravesando, en donde se nos convoca a refugiarnos en los entornos familiares más próximos, porque, es de suponer, “el enemigo está afuera”, Los sonámbulos (Paula Hernández, 2019) pone en cuestión –y en tensión- esta premisa, ya que la tragedia, inexorable, ocurre, justamente, en el seno de una familia.

Tanto desde el título de la obra, como desde la primera escena aparece, en primer plano, la preocupación (¿sobreprotección?) de una madre (Luisa, interpretada, magistralmente, por la actriz Erica Rivas) por su hija adolescente. Y es que Ana padece sonambulismo, patología heredada de su familia paterna –esto lo sabremos más adelante-, hecho que dará lugar a todo tipo de choques y a la incomunicación entre ambas mujeres.

Pero, la película trasciende, absolutamente, este vínculo íntimo entre madre e hija y se traslada a un ámbito familiar más amplio. Una quinta, propiedad de la abuela paterna de Ana, en donde convivirá, durante unos días de verano, la familia en todo su esplendor: hermanos/as, padres, madres, hijos/as y primos/as. Allí, los conflictos -desde los más previsibles a los más insospechados- no tardarán en emerger, dejando en evidencia otras cuestiones más profundas.

Ahora bien, las historias que desnudan secretos familiares abundan, es cierto, en la literatura y en el cine (incluyendo, aquí, a las series, que, en épocas actuales, le disputan territorio al séptimo arte, en connivencia con la proliferación de plataformas de streaming) y, en Los sonámbulos, se sabe, ya desde el comienzo, que hay una especie de bomba a punto de explotar. Lo interesante, sin embargo, es que, si bien los espectadores tenemos indicios de que algo va a suceder de manera inminente y hasta podríamos aventurar de parte de quién va a venir el golpe, lo que termina sucediendo supera, totalmente, lo previsible y convierte ese hecho en una catástrofe que coloca, tanto a los personajes como a los espectadores, en una posición totalmente incómoda, impotente y dolorosa.

Aunque ahora todo parece haber sido escrito, filmado o retratado de un modo visionario (consecuencias de una realidad que, claramente, está superando a la ficción), la película de Paula Hernández merece, sin lugar a dudas, ser descubierta en este o en cualquier otro momento.


Laura Fuhrmann es profesora de Lengua y Literatura y correctora literaria y de imprenta.

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