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L’addio, de Toia Bonino: herencia y genealogía

Mixtura entre el documental en primera persona y el ensayo, la película de Toia Bonino indaga en un dato del pasado que activa la pregunta por la herencia, más allá de lo anecdótico.
¿Cómo interpelar críticamente al pasado cuando ya nos constituyó como sujetos adultos, además, responsables de una nueva generación? ¿Qué variables ingresan en esa revisión cuando lo que se juega es también la “consciencia familiar”? Estas dos preguntas modelan la película de Toia Bonino, en la que el axioma “lo personal es político” adquiere un sentido profundo y meticulosamente diseccionado a partir de varios procedimientos (recreaciones, fotos, registros en VHS y Súper 8, etc.).
El detonante de L’addio es la revelación de un dato de carácter histórico, hasta entonces desconocido: el abuelo de la realizadora fue un colaborador del gobierno del dictador Benito Mussolini, con un grupo de negativos siendo más que gráficos al respecto.
A partir de aquella premisa, Bonino propone un patchwork en el que se tensionan las imágenes de familias idealizadas (al borde del kitsch) con otras más “esperables” para un documental de aristas dramáticas. No obstante, en esa mezcla está la potencia del sentido de revisión biográfica que se activa luego de la revelación. La pregunta que queda latente, entonces, es cómo convivir con imaginarios antagónicos, sobre todo, cuando es necesario preservar lo que antes no había estado bajo la lupa. La directora señala, pero más que juzgar, interpela.
Con un notable trabajo de montaje, L’addio exige concentración en su plasticidad, en la inteligente yuxtaposición de las imágenes y en la morosidad de no encontrar una tesis, sino, por el contrario, vaciar de tesis cualquier soporte que sostenga las idealizaciones familiares. La pregunta sobre la masculinidad de los integrantes de esta familia opera no sólo para los varones, sino que se exhibe como forma de revisar, también, a los mandatos que constituyeron el sentir y el instalarse en el mundo por parte de las mujeres. Si el autoritarismo persiste generación a generación, es lógico que el factor ideológico se extienda en esa misma línea, afectando desde las decisiones nodales hasta los detalles más nimios.
Finalmente, que Bonino indague en su propia constitución como sujeto y la de su familia sin solemnidad e, incluso, con una pizca de humor negro suma puntos para este valioso trabajo estrenado en el último BAFICI.
Ezequiel Obregón es docente en el área de Lengua y literatura y periodista cultural. Es estudiante de la Carrera de Artes Audiovisuales, con orientación en Realización (UNLP). Integra el Área en Investigación de Ciencias del Artes del Centro Cultural de la Cooperación. Vive en San José, Temperley, provincia de Buenos Aires.
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