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La memoria es un mar revuelto que lo abarca todo

Reconocida mujer de letras, docente apasionada y tanto más. Ángela Pradelli dialogó con la revista Con Fervor y adelantó detalles de La poética de la seda, su nuevo poemario, que verá la luz en abril de este año. Además, reflexionó sobre su novela más reciente –protagonizada por una niña apropiada- y aseguró que prefiere los textos que la llevan al borde del abismo. Al recordar su experiencia de más de tres décadas en escuelas del conurbano bonaerense, subrayó: “El aula es uno de los espacios más potentes que existen”.

Fervor: En tu novela más reciente, La respiración violenta del mundo, relatás la apropiación de una niña de cinco años ¿Qué vinculación tiene este trabajo con En mi nombre. Historias de identidades restituidas, de 2014, y cómo describís el proceso para llegar a cada volumen?

Ángela Pradelli: Cuando terminé de escribir En mi nombre. Historias de identidades restituidas, tuve la sensación de que podría escribir las historias de todas las personas restituidas hasta ese momento. Dos meses después, cuando el libro se publicó, la sensación se transformó en certeza y, sobre todo, en deseo. Eso era lo que más quería, contar las historias de las personas que nacieron en cautiverio o fueron secuestrados cuando eran muy pequeñas y crecieron sin saber quiénes eran, quiénes eran sus padres, ni, por supuesto, qué había pasado con ellos. Los apropiadores habían participado en la dictadura o tenían vínculo con ella. Algunos eran muy violentos con los niños que habían apropiado, y a los que ellos consideraban sus padres. Es estremecedor escuchar a las personas que restituyeron sus identidades contar la historia de su niñez. Para escribir En mi nombre, me reuní, en varias oportunidades, con sus protagonistas, muchas horas. Pero, aun cuando el libro ya estaba terminado y a punto de llegar a las librerías, yo seguía con esa certeza. Y, dos meses después, empecé a escribir La respiración violenta del mundo, que narra la historia de Emilia, una niña a la que le secuestran a sus padres cuando ella tiene cinco años y, luego de estar unos meses en un hogar de niños, la apropia un matrimonio que le cambia el nombre que le habían puesto sus padres, fraguan su partida de nacimiento y le prohíbe recordar su historia. La respiración violenta del mundo, como te decía, es una ficción, no tomé ningún testimonio para escribirla. Sin embargo, estoy segura de que no hubiese podido escribir esa novela si no hubiera escrito antes los relatos biográficos de En mi nombre. Historias de identidades restituidas. La novela nace en ese libro, en esa atmósfera de dolor, angustia y, también, de esperanza.

F: El adjetivo violento era utilizado por Rodolfo Walsh para calificar a la escritura ¿También la describirías en esos términos o preferís otros? ¿Cuáles y por qué?

Á: Mirá, es curioso, porque Walsh es un personaje de la novela. Lo tomo en el tramo de su vida en el que él y su pareja entran en la clandestinidad y se van a vivir a San Vicente. Es decir, en ese tiempo él vive dentro de una ficción, su nombre y profesión. Les dice a todos que se llama Norberto Freire y que es un profesor de inglés ya jubilado, finge caminar con dificultad para parecer mayor a la edad que tiene. Para salvarse de las garras de los represores, Walsh crea el personaje de Norberto Freire y se mueve como tal en su barrio, participa incluso de una actividad, junto con otros vecinos va a hacer un reclamo a la municipalidad. Es decir, el libro, que es de ficción, toma a una persona real justo en el momento en que tiene que ser otro para salvarse, no ser Walsh. Me parece interesante detenerse en esto, no porque tenga o quiera dar una explicación, pero me parece interesante el modo en que la escritura fusiona esos mundos, dos planos que se articulan tan bien que no parecen ajenos entre sí en la construcción de una historia.

En 1966, Walsh afirmó que de todos los trabajos que hacía para mantenerse, el mejor o el que más le convenía era el violento oficio de escritor, refiriéndose, creo, que a la escritura periodística, uno de los oficios con los que se mantenía. Y, ahí, están los textos que escribió sobre diferentes temas, esas perlas. Pero, lo fascinante es que unos años después, en 1970, Ricardo Piglia lo entrevista y Walsh dijo que: “…el testimonio y la denuncia son categorías artísticas por lo menos equivalentes y merecedoras de los mismos trabajos y esfuerzos que se le dedican a la ficción. En un futuro, tal vez, se inviertan los términos y lo que realmente se aprecie, en cuanto a arte, sea la elaboración del testimonio o del documento que, como todo el mundo sabe, admite cualquier grado de perfección. Evidentemente, en el montaje, la compaginación, la selección en el trabajo de investigación, se abren inmensas posibilidades artísticas.” Es decir, hace casi cincuenta años, Walsh ya había comprendido una cierta poiesis (creación) en relación a los testimonios y su escritura, fue el primero que la vio.

En mi nombre. Historias de indentidades restituidas.
Foto: Martina Bertolini.

F: Retomando la historia de Emilia/Florencia, ¿dirías que la reflexión sobre la memoria es una de tus obsesiones literarias?

Á: Sí, es cierto, reconozco que es así, una obsesión a la hora de escribir, con las características que tienen las obsesiones, es decir, el tema se va metiendo y lo va impregnando casi todo. Mirá, un escritor chileno afirmaba que la intuición es un fruto delicado de la memoria. Y tiene razón, sólo que nos enseñaron otra cosa, que eran irreconciliables incluso. Sin embargo, la memoria es un mar revuelto que lo abarca todo. Suele vincularse a la memoria sólo con el pasado. A mí me cuesta percibir el tiempo dividido en pasado, presente y futuro; lo percibo como uno, único. En este presente, está todo el pasado y, también, está el futuro, los días que están por llegar están, asimismo, con nosotros hoy, aquí. Lo memorísitico puede ser una parte del asunto, pero, lo que más me interesa es la memoria como construcción subjetiva e, igualmente, social.

F: ¿Creés que estos libros refuerzan ciertas verdades históricas en un contexto donde algunas personas ponen en duda, aún hoy, el número de desaparecidos? ¿Esa es una de las funciones de tu literatura?

Á: Muchas veces, después de leer una ficción, nos damos cuenta de que llegamos a una verdad, algo se reveló para nosotros de una manera muy clara y nos cambia la mirada sobre el mundo, la percepción del dolor. Incluso, una historia de ciencia ficción o un relato fantástico puede ayudarnos a comprender las partes más duras de la realidad. Sí, hay mucha literatura que refuerza, como decís, que nos hace ver la historia, refuerzan la verdad.

F: En otro orden de cosas, Ediciones del Dock pronto publicará un nuevo poemario tuyo ¿cuál es el hilo conductor del libro y qué detalles podés brindar de su creación, del proceso que devino en esa serie de poemas?

Á: La poética de la seda se publicará en abril de este año y es una alegría que salga por Ediciones del Dock que, en 1996, publicó mi primer libro, que era de cuentos y, también, en 2008, Un día entero, mi primer libro de poesía. Casi todos los poemas de La poética los escribí en viaje. En los últimos años, me tocó viajar mucho, fundamentalmente, por la literatura. Viví bastante tiempo en otros países por diferentes becas. Este libro reúne todas esas escrituras que surgían al margen del proyecto que estaba desarrollando. Entre el primero de poesía y este hay más de diez años. En el medio escribí otros libros, de ficción o ensayos sobre educación. Pero, mi eje es siempre la poesía; es lo que organiza el mundo del modo en que lo quiero vivir, me refiero a la escritura del mundo y, también, a su lectura. Comprender lo que nos pasa desde la poesía puede ser difícil, pero, también, lo más verdadero.

F: En uno de tus libros afirmás que «somos hombres y mujeres hechos de lecturas». En este sentido, ¿qué lecturas te han estructurado o sorprendido en los últimos tiempos? ¿Esos textos te han aportado más preguntas que respuestas o a la inversa?

Á: Me gustan, sobre todo, los libros que abren interrogantes que no nos haríamos sin esas lecturas, esos textos que nos llevan al borde del abismo o que nos hacen saltar al vacío. Además de las escritoras y escritores consagrados, hay una literatura muy potente que circula fuera de las grandes ligas. Escritores que fueron por editoriales independientes. Hay muchos, sólo por nombrar algunos, Rosario Andrada, Dafne Casoy, Tamara Till, Mariana Demitrópulos, Hernán Ronsino y Enrique Decarli.

Libro de lectura. Crónica de una docente argentina.
Foto: Martina Bertolini.

F: Además del oficio de la escritura, has abrazado a la docencia con convicción ¿Cuáles creés que son los puntos más importantes a revisar y cuáles las victorias o pequeñas conquistas, en el proceso de aprendizaje, en general, y de la lectura, en particular, en nuestro país o en tu reconocido conurbano?

Á: La docencia es una pasión para mí, lo fue en las aulas del conurbano por más de treinta años. Tanto que, cuando empecé a ganar premios y publicar, muchos me sugerían que dejara la escuela. El aula es uno de los espacios más potentes que existen. Claro que los docentes la pasamos mal muchas veces, ni hablar de los sueldos, de la obra social, que no cubre tantas cosas y el docente, aun haciendo aportes, tiene que afrontar costos. Es muy difícil ser docente. Sin embargo, cuando ejercés porque respondés a tu pasión, porque, a pesar de todos los obstáculos, reconocés que una gran parte de tu felicidad está ahí. Cuando me jubilé, me llevé para siempre la felicidad de haber estado en las aulas. He intentado volcar mi experiencia docente en Libro de lectura, La búsqueda del lenguaje y El sentido de la lectura. En El sentido, cito al escritor George Steiner, que ejerció la docencia durante muchos años. Dice Steiner que “Si tomamos en serio nuestro trabajo, tendremos que enseñar a leer. Tendremos que enseñarlo desde el más humilde nivel de rectitud, desde el análisis de una oración, el diagnóstico gramatical de una proposición, la medida de un verso, a través de sus múltiples capas de medios representativos y de supuestos referenciales, hasta ese ideal de completa colaboración entre el escritor y el lector (…) Simplemente, tendremos que crear universidades o escuelas de lectura. Quien enseñe en una institución semejante tiene un trabajo de por vida, pero sin posesión del cargo. Su vocación debe estar abierta en todo momento a la refutación, al desafío…” Yo creo que hay que seguir esa luz y entender que nuestras escuelas tendrían que tener la lectura como eje, como columnas, para todas y cada una de las materias. Pero, no hablo de la conciencia del docente, sino, de políticas públicas, de un Estado que esté presente en las escuelas con planes, con libros, etc.

F: «Cada uno hace cosas distintas con el dolor», aseguraste hace un año, en una entrevista con Tiempo Argentino ¿Cómo te vinculás con el lado doliente de la vida, por un lado, y con el dolor de tus personajes, por otro?

Á: Todos los escritores que admiro, todos los textos que me conmueven tienen un dolor que impulsa a la escritura. Es la emoción lo que más me importa cuando leo. Tengo la impresión de que, atrás de los textos que más me gustan, hay un dolor que no se puede domesticar. Es una sociedad tan prejuiciosa, en la que mucha gente mide al otro con su propia regla. Tal vez, el dolor sea lo que nos permita acercarnos al otro, comprenderlo en su sufrimiento.

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