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Entrevista a Alejandro Samek, director del Teatro Andamio 90

Poco antes de que haya un festejo por los 35 años de esta sala fundamental para la escena teatral argentina, Alejandro Samek, gestor cultural e hijo de Alejandra Boero, su fundadora, dialogó con Con Fervor.

El Teatro-Escuela Andamio ‘90, fundado por Alejandra Boero, celebra tres décadas y media de trayectoria ininterrumpida con una jornada que homenajea al Teatro Independiente Argentino, su espíritu autogestivo y su compromiso artístico y social. El encuentro será el próximo domingo 7 de diciembre a las 20hs. y contará con un espectáculo de teatro semimontado, donde docentes de su teatro-escuela, dirigidos por Celina Yáñez, actual rectora, darán vida a textos de personajes emblemáticos que Alejandra Boero interpretó o dirigió a lo largo de su vasta trayectoria. En medio de estos preparativos, Alejandro Samek concedió esta entrevista que nos ayuda a entender el pasado y presente de Andamio ’90, un espacio en continua proyección.

Ezequiel Obregón: En un país en donde cuesta tanto sostener las industrias y los espacios culturales, ¿qué significa para usted que Andamio 90 llegue a sus 35 años?

Alejandro Samek: Como bien dice la pregunta, en la Argentina, en nuestro querido país, cuesta mucho trabajo sostener todo lo que tiene que ver con los espacios y las industrias culturales. Como decía Alejandra Boero, es mucho más fácil construir una sala de teatro que mantenerla abierta y hacerla funcionar. Pero, digamos que en el mundo del teatro independiente hemos aprendido, desde Barletta hasta acá, que hay que trabajar, trabajar y trabajar. Que si queremos cumplir los objetivos de comunicar ideas estéticas, políticas culturales y ayudar a comprender el mundo, no hay otra cosa que gestionar nuestro propio trabajo, sacar del esfuerzo nuestro los resultados que permitan seguir continuando. Afortunadamente hoy todavía, y esperemos que siga siendo, algunas salas siguen cobrando un pequeño subsidio del Instituto Nacional del Teatro y de Pro Teatro en la Ciudad de Buenos Aires. No todas, algunas. Y eso ayuda, es una ayuda chiquita, pero siempre es un aliciente. Tenemos esos pequeños subsidios gracias a la militancia de las/os que en los 90 lo pelearon; Alejandra, Gené, Urquijo y otras/os que ya no están. Pero, en realidad, para sostenerlos, hay que trabajar, hay que poner el trabajo personal y también el propio dinero. Dinero que a veces se recupera y la mayoría de las veces no, y no importa, porque los objetivos se cumplen cuando uno pone toda la pasión, a pesar de las dificultades históricas que siempre hemos tenido acá en la Argentina.

EO: En una ocasión, un alumno de Alejandra Boero me comentó que ella siempre les sugería que abrieran sus propios teatros. Y eso es algo que efectivamente ocurrió ¿Cuál es el mayor legado que le dejó Alejandra, como madre, como gestora, como artista?

AS: Sí es cierto, como dijo ese alumno, que Alejandra siempre sugería que abrieran sus propios teatros. Y esto tiene un origen en que, en el viejo teatro independiente, uno de los problemas que había era que los teatros, los grupos se fanatizaban detrás de una estética a la cual consideraban la verdad absoluta. Entonces, en el Nuevo teatro era una cosa, en La máscara era otra, así sucesivamente, y eran casi como adversarios. Cuando se abren diferentes teatros no tiene que ver sólo con las ganas que pueden tener alumnas/os y actores/actrices de mostrarse, sino que en el desarrollo cultural van apareciendo, con los cambios que operan en el mundo, diferentes miradas alrededor del teatro y la cultura. Y eso requiere los espacios apropiados y no todos estamos preparados para hacer todo lo que se puede hacer. Y además están los gustos y las estéticas personales. Y entonces se abren esos teatros y cada uno sigue su camino. Ahora, se han abierto teatros y teatros.

Cuando nosotros abrimos Andamio 90 fue una epopeya, un acto heroico, porque no había tantos teatros. Hoy hay multitud de teatros, particularmente en la Ciudad de Buenos Aires y en el resto del país. Pero, en la Ciudad de Buenos Aires hay montones, más de 200 salas independientes, grandes, chicas y demás. No podemos decir que todas tienen una estética que difundir. Algunas simplemente se han ido transformando, objeto de las circunstancias, en salas que se alquilan, porque hay que pagar las cuentas.

¿Qué me dejó mi madre como gestora y como artista, como legado? Bueno, como madre fue como todas las madres, siempre preocupada de que al hijo no le pase nada raro, que le vaya bien, pensando en su futuro. Básicamente, porque en aquella época en la que ellas/os se formaron en el teatro independiente, había que tener un trabajo si se quería ser libre para hacer el teatro que uno quería, porque se sabía que no se ganaba plata. Entonces, había que tener una profesión, un buen trabajo, etc. Hoy en día, con el tiempo que ha transcurrido, sabemos y hemos peleado y seguiremos peleando porque las/os artistas, actrices, actores, escenógrafas/os, autoras/es, directoras/es, músicas/os, etc. tengan las posibilidades de vivir de su propio trabajo y no estar en las mejores horas del día detrás de un escritorio o en un call center o en una tarea que les permite pagar las cuentas, pero que mata los sueños.

Como gestora, bueno, ¿qué les puedo decir? En su vida abrió montones de teatros. Conmigo hizo muchas experiencias y tuvimos que perderlas también, porque poníamos todo nuestro esfuerzo, nuestro dinero, en abrir salas en locales alquilados, que cuando los propietarios veían que funcionaban creían que era negocio y nos aumentaban el alquiler, no lo podíamos pagar y nos teníamos que ir. Y no era negocio, nunca fue negocio.

Lo que pasaba es que había trabajo. Bueno, perdíamos la sala y los dueños de los locales tampoco generaban sus teatros. Aunque hoy es distinto, porque hay mucha gente que da cobijo en estas salas nuevas que han aparecido a múltiples elencos que hay en la ciudad que no tienen sala propia y que necesitan un lugar donde trabajar.

Bueno, ¿y qué legado como artista…? Ni que hablar. Esta es, digamos, una experiencia maravillosa y una suerte que yo he tenido de poderla ver en una galería de personajes maravillosos y en la búsqueda, en esa galería de personajes, de la profundización para comprender cuál era el mensaje profundo que el/la autor/a ponía en sus obras y cuál era la mejor manera, el mejor estilo de llevarlo y buscar siempre el estilo que sea perfecto para que el/la espectador/a pueda comprender lo que se les dice y no dejarlo afuera.

EO: ¿Cuáles son hoy las bases de la pedagogía teatral en Andamio 90?

AS: Las bases de nuestra pedagogía teatral en Andamio 90 son múltiples. Nos hemos enriquecido desde que empezamos, desde Stanislavski para acá. Nos hemos enriquecido con todos los teóricos de la historia del teatro que ha habido y que siguen surgiendo y experimentando permanentemente, porque el teatro siempre se modifica con las sociedades y con los mundos a los cuales se dirige, con los públicos a los cuales se dirige. Por eso, como bien decía Vittorio Gassman, el teatro es un eterno moribundo. No morirá nunca y nuestra pedagogía tiene que ver con ayudar, fundamentalmente, a que aquellos/as que quieren hacer teatro puedan descubrir el/la artista que tienen dentro y ayudarlo/a a que se exprese en sus mejores niveles.

EO: Si tuviera que definir las líneas estéticas de Andamio 90, ¿cuáles son? ¿Sería posible apartarlas del componente político? ¿Por qué?

AS: El teatro, a través de la historia, desde la antigüedad griega para acá, siempre ha sido político. Quien haya leído las grandes tragedias griegas y las comedias, siempre hay un componente que se refiere a la sociedad y a una reflexión, a que el pueblo haga una reflexión.

Si uno lee Molière o lee Goldoni o lee los clásicos, y ni hablar de Shakespeare, por supuesto, siempre hay una reflexión sobre la sociedad en que se vive. Chéjov hace una reflexión profundísima, que tiene que ver con la política; nos dice que el teatro nos muestra cómo se vive una vida como no debiera ser vivida. Más político que eso, Dios mío.

Y no hay que confundir el componente político del teatro, que atraviesa toda su historia, con el panfleto político de algún partido. No importa de qué sector ni de qué color, pero siempre la pedagogía, la que nosotros sostenemos, tiene un elemento político esencial, que es la construcción de los vínculos humanos y sociales que permiten a las personas comprender el mundo que se está viviendo. Y, en la medida que lo comprenden, poder darse cuenta, si quieren trabajar para que ese mundo sea mejor y que realmente si lo quieren, en algún momento, lo van a lograr. Por eso, siempre rescatamos la frase de Roberto Arlt: “el futuro será nuestro por prepotencia de trabajo”.

Y hoy no se llama prepotencia, se llama gestión. Nada más.


Ezequiel Obregón es docente en el área de Lengua y literatura y periodista cultural. Es estudiante de la Carrera de Artes Audiovisuales, con orientación en Realización (UNLP). Integra el Área en Investigación de Ciencias del Artes del Centro Cultural de la Cooperación. Vive en San José, Temperley, provincia de Buenos Aires.

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