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Despiértate nena

Con Fervor y el rescate de las canciones históricas de la música popular argentina. Hoy, vamos a recordar un himno del rock argentino: Despiértate nena. Tema firmado por Luis A. Spinetta y el baterista Black Amaya. Fue grabado por Pescado rabioso y se publicó a principios del agitadísimo 1973.
En esos tiempos se lanzaban discos simples con dos temas, del reverso de esta canción estaba Post crucifixión, una cátedra de polenta fue este sencillo. La canción, un hermoso blues en acordes menores, comienza con el bombo, el tacho y el hi-hat de la batería llamando a combate. Acá tocan tipos que tenían muy bien escuchado el blues y, sobre todo, comprendido, lo que es otro cantar. Creo que el blues es uno de los géneros más difíciles de abordar, sobre todo para los blancos. Luego de la bata, salen empujando la guitarra de Luis, el bajo del Ruso Lebón y el Hammond de Carlos Cutaia. Un amigo mío, por esos años, me dijo: “es un blues para escuchar bajo una luz roja, con una botella de whisky recién abierta y una mina que a uno lo lleve de viaje un rato y con poco esfuerzo…. Ya que vamos a pedir hagamoslá completa”. Un sabio de los bares de Villa Crespo.
La voz que sale con mucha reverb, un poquito de eco y una polenta inusitada es del Ruso, un enorme cantante, de los mejores de estos lados, al que vi muchas veces en vivo, con varias bandas, y jamás lo escuché desafinar. Me pregunto si sabrá de qué se trata pifiar. Hay que prestar atención cómo va a los agudos y cómo hace vibrar las últimas notas de cada frase. La base lo sigue de cerca, hace una marcación bilardista, lo rodea de fuerza pesada y esa pesadez se adueña de uno, de todo el cuerpo, sube a la cabeza y, allí, necesitamos de algo extra que nos eleve, solos estaremos condenados al piso.
Esa frase que se repite: “ya despiértate nena…”, se va tornando un mantra. Agita, se cierra los ojos y empezamos a pensar en la comunión de dos palabras: el amor y la vida con otra persona. Esa metáfora que enseña que uno debe despertar la mirada y enfocarla hacia la realidad y esas emociones que empiezan a llegar. En el segundo verso, la palabra nena es reemplazada por “rayo”, algo que rompe cayendo con todo, ilumina y sacude, hasta asusta un poco. Además, parece una invitación a que esas dos personas se observen y asciendan juntas pensando que ser feliz puede estar más cerca. La nena y el rayo, cuánto que hay ahí para reflexionar. Una nena y el rayo, y uno allí, buscando un destino. Esas dos energías que, si uno sabe entregarse, serán parte de un símbolo que nos despierte y nos transforme. Todo dando vueltas alrededor de una canción, pero, no de una canción cualquiera, además es un blues con todo el significado de semejante connotación.
Por ahí se habla acerca de “lo bueno y dulce que es vivir”, luego se lo confronta con “lo triste y dulce que es vivir”, como la poesía de Spinetta juega tantas veces con los estados de ánimo, con la dualidad que nunca se comprende, con el ir y venir de las sensaciones de una misma persona, ciertas metáforas con las que uno se viste cuando no hay espejos.
En un libro que viene incluido en el álbum doble de Pescado Rabioso, se leen unas palabras de la poeta Martha Kelly, muy admirada por Spinetta en esos años, algo así como “y el rayo subirá…”, es decir, hay una influencia de Martha, ella es la que lleva a un grupo de gente a leer a Artaud, Rimbaud, etc.
El gran guitarrista de blues y docente, Jorge Senno, me da algunas opiniones y recuerda: “este es un tema casi desconocido en su época, salió en un simple que no era fácil de conseguir, años después lo escuché en el disco Lo mejor de Pescado Rabioso. Y cuando fui a ver en vivo en Obras a Serú Girán y Spinetta Jade, cerraron tocando todos juntos esta canción. Y me dije: uh, loco… cuántos años hace que no escucho este tema”.
Ambos coincidimos en que es más que interesante esa estructura de un lues menor con el compás 8 y 9 en donde hace Si, Do, Re y vuelve a la tónica. Continúa Senno: “¿sabés a qué me hace acordar la parte guitarrística? Al álbum Desatormentándonos -el primero de Pescado- entre esos yeites de Hendrix y con un solo de Cutaia que va creciendo y, sobre el final, mete el pedal de volumen”.
Quiero detenerme en el solo de guitarra, para mí, uno de los mejores de la historia de nuestro rock. Tocado con una onda tan particular, por ese fraseo tan alocado como melódico, algo típico spinetteano, por el vuelo que desatan las dos violas que van dialogando, se apoyan, se alejan, preguntan, van y vuelven, en una locura creciente que asombra. Siempre lo tuve fichado como el solo más alocado de la música local. Incita a buscar un refuerzo que nos saque el boleto de ida, lo de volver después se verá, pero son notas y figuras que incitan, conmueven, tensan todas las emociones que ya estaban llegando perturbadas desde el principio.
Unos meses antes de todo esto, Luis había hecho un viaje casi iniciático por Europa. Él mismo lo recuerda: “Yo quería hacer un grupo más violento, una música aún más violenta que el segundo disco de Almendra… Con Pescado intenté romper la ternura y el eje sensible de Almendra… Había partido de una música esencialmente ciudadana, tanguera, con reflejos de bossa-nova, con aires de jazz e influencia de Piazzola. Y ahora me rebelaba contra eso creando riffs. Creo que fue una etapa medio punk”.
Antes de grabar esta canción que estamos trayendo, la banda tenía otro bajista, Bocón Frascino, quien decidió seguir otro rumbo. Allí ingresa David Lebón, quien nos cuenta: “Un día le pregunté a Luis si podía tocar con él. Me respondió: ‘vos estás con Edelmiro’ (Molinari, en Color Humano). No importa, dejo ya mismo, le dije. Cuando Luis dijo que sí fue como si el mundo de la música me hubiese aceptado. Él siempre fue muy generoso y a mí me quería mucho. Por eso, me dejó cantar Despiértate nena”.
Vuelve Luis sobre este blues: “Creo que aquí aparece todo aquello que estaba proscripto en Muchacha…, donde, en ningún momento, hay un rayo que la traspasa. Aquí sí, es como que la nena debe asumir un mundo, debe subirse a un rayo, debe tomar en cuenta su relación erótica con la naturaleza. Y el rayo también se despierta para subirse a ella. Quizás todo esto gire en torno a la maternidad. ‘Así verás lo bueno y dulce que es amar’ entra en el rango de la procreación, independientemente de que sea yo el que le va a hacer el amor, porque subirse al rayo no es subirse a mí. Es asumir para sí misma lo femenino del mundo”.
En el álbum de Pescado Rabioso Desatormentándonos, me sorprendió -lo cual me llevó a leerlo muy seguido- un comentario que subyugaba: “El pueblo es la estrella mágica. Todos la vemos parecerse al río. Los gusanos de los emperadores trepidan en apocalíptico festín. Ellos no tienen tiempo de recurrir a las armas. La estrella las fusionó todas en un plano infinito. La cabellera de los torturadores sangra en mi carro. Nosotros: desatormentándonos para siempre. PD: Yo te amo, Beatles”.
Muchos no dudamos que esta etapa fue la más rockera de Spinetta. Incluso en estos discos se escuchan algunas “desprolijidades” que son un lujo. Es cierto que, también, deben haber influido las precarias condiciones que había en los estudios de grabación de la Argentina.
Se nota, en todas estas canciones, dos cosas muy marcadas: un criterio extremadamente poético que lo recorre todo y una polenta heredada de eternas escuchas de los álbumes de Led Zepellin, cuatro ingleses que se reunieron para conmover, para ensayar explosiones sin fronteras salidas desde temas tan poderosos y que sabían, también, navegar las aguas de lo dulce, lo folclórico, ese vuelo que desataban desde unas guitarras acústicas cuando nadie se lo esperaba.
Así como Spinetta es un capítulo aparte dentro de la historia del rock argentino, creo que Pescado Rabioso es un espacio entre comillas en la carrera de Luis. Una corta etapa en medio de una extraordinaria carrera, con un álbum, un disco doble y dos simples que marcaron a fuego al público, músicos/as, periodistas y toda aquella persona que fue alcanzada por semejante explosión de arte. Quizá, fue el lapso con la poesía más cruel de un poeta maldito, que se podría sentar al lado de tantas/os grandes escritoras/es que nos hizo conocer la historia.
Durante tantísimos años, Spinetta fue el más grande ícono de la elite, lamentablemente, pero comprensible, en un período en donde se nos decía que Palito Ortega era el Rey. Le tocó un país en donde la pavada sonaba por todos lados, se fortalecía en los medios, mientras los idiotas útiles puteaban a Piazzolla. Quizá por eso la Argentina, estoy seguro, que es uno de los países donde mejor se comprendió el mensaje Beatle y se generó un Movimiento de Rock que no tiene nada que envidiarle al inglés o al yankee. Uno analiza aquellas melodías, las hermosas letras que cantábamos en los fogones, en la escuela, en las guitarreadas de cumpleaños y no sabíamos que le hacíamos a la historia el mejor de los guiños para seducirla, para conquistar el mejor de los levantes, ese que nos consagra como el más copado del barrio.
Jorge Garacotche es músico, compositor, integrante del grupo Canturbe y presidente de AMIBA (Asociación Músicas/os Independientes Buenos Aires). Vive en Villa Crespo, Comuna 15, CABA.
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