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La participación de las ciudadanas y los ciudadanos en los barrios
La Comuna 4
Al finalizar este verano recibí una invitación para asistir a la reunión del Consejo Consultivo de la Comuna 4 (C.C. 4), se trata de una asamblea barrial que busca garantizar la participación de vecinos y vecinas. Su objetivo es ofrecer propuestas para la elaboración de un programa de acción anual y temas referidos al presupuesto de la comuna. Me interesó. Para no ir sola, invité a mi amiga Lili, de paso tomaríamos allí unos mates, conducta peligrosa en las actuales circunstancias.
Arribamos muy sueltas de cuerpo, sin barbijo a la vista, a una escuela sobre la avenida Montes de Oca del barrio de Barracas. Entramos a un gran patio. Allí, como si fuera un teatro griego, había un escenario con una mesa y unas sillas, donde conversaban entusiastas, cuatro personas. Era la famosa mesa de coordinación. Frente a ellos, un público que iba aumentando. Se saludaban, se reían, se besaban, ni atisbo de la distancia social.
Comenzó la asamblea. Se leyó el temario: Informes de comisiones de Salud, Ambiente y Seguridad. Creación de comisión de Educación y Discapacidad. Renovación de la mesa coordinadora. Se voto a los nuevos integrantes de la mesa. La dinámica para opinar eran tres minutos por persona. Se clausuraba el tema votando. Mano arriba: voto positivo. Un debate público en el barrio de Barracas. Algunos, más apasionados elevaban su tono de voz, sin coronavirus mediante. Otras opinaban parsimoniosamente, sin el obstáculo de un tapaboca. Por ejemplo: el vecino Sergio de Pompeya plantea el escaso transporte entre los barrios Espora y Mundo Grúa. Éramos testigos de un claro ejemplo de participación comunitaria con sus pros y sus contras. Y allá en China, lejos muy lejos, aparecía un extraño virus.
Después, de dos horas y medias de debate. Lili y yo nos presentamos como miembros del Centro Cultural El Puente del barrio de La Boca, planteamos nuestras inquietudes. Se cerró la sesión. Taza, taza, cada uno a su casa. Nos retiramos contagiadas de participación y praxis democrática. El covid-19 brillaba por su ausencia o por lo menos así creíamos.

En los días subsiguientes me llegó un mail con el acta de lo tratado y la convocatoria a la próxima asamblea. No pude asistir. Voy a la otra. Total ¿Que puede pasar? No se va a detener el mundo. Me equivoque. Jamás me hubiera imaginado que esa reunión, bajo el calor Febrero, sería la última donde nos veríamos en vivo y directo. El 20 de marzo se declaró la cuarentena.
Más, la comunicación continúo. En esta ocasión me invitaron a la reunión virtual del C.C. 4. Me pregunté ¿Qué era eso de la teleconferencia? Pensé que sería algo provisorio. Un parche, mientras tanto. Sin imaginarme qué iba a ser una de las maneras normales y cotidianas para mantenerme relacionada con mis compañeros de trabajo, amigas, vecinos, familiares y hasta para cantarnos el feliz cumpleaños.
Las reuniones del C.C. 4 se transformaron en virtuales. Cada integrante desde su hogar interaccionaba y votaba por las pantallitas, a la manera de la novela 1984, escrita premonitoriamente por George Orwell. Todos unidos en el éter por el zoom, el Google meet o la marca que más les guste.
Empero, las dinámicas de las reuniones del C.C. 4 me iban atrapando. Escuchar a otros ciudadanos y otras ciudadanas de diferentes barrios. Comencé a empaparme de las problemáticas territoriales. El encuentro virtual tenía su atractivo y practicidad. Su lógica.
Actualmente, formo para de la mesa coordinadora del C.C. 4 una de las más grandes del sur de la CABA. Abarca La Boca, Parque Patricios, Barracas y Nueva Pompeya. Comencé a vincularme directamente con los y las comuneras. Aterricé, justo en esta pandemia, donde la problemática territorial es candente en las villas y barrios con vulnerabilidad. El neoliberalismo muestra su peor rostro. Aprendo nuevas maneras de comunicarme. Sobrevivo acrobáticamente a la tecnología.

El C.C. 4 está accionando conjuntamente con los comuneros y las organizaciones barriales para que se respeten los protocolos de cuidado hacía Covid-19 y asistencia a la gente más vulnerable, en este mundo de ciencia ficción que nos toca vivir.
Recordemos que la ley 1777, de Comunas, fue legislada en el 2005, en la CABA. Dividiendo cartográficamente a la Ciudad de Buenos Aires en 15 comunas. Propone a las ciudadanas y ciudadanos una manera democrática y descentralizada de participar. Además de expresar y hacer valederas las inquietudes, conflictos, intervenir en el presupuesto y su aplicación territorial, vale decir, mantener una coherencia entre las necesidades básicas insatisfechas (NBI) barriales y su solución. Destaco que algunos logros se obtuvieron por la participación comprometida de vecinos y vecinas.
Tomé consciencia del valor de la participación y participé; de la importancia de estar informada y me informé. Mis vecinas y vecinos me lo contaban, a veces en carne viva. Ahí en caliente, sin fake news, ni trolls. Sin olvidarme, como dijo el maestro Jean-Paul Sartre: “Lo importante no es lo que han hecho de nosotros, sino lo que hacemos con lo que han hecho de nosotros”.
En eso estamos.
Maggi Persíncola es actriz, dramaturga, directora, fotógrafa y gestora cultural.
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