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Derrota electoral y recuperación. Hacia una nueva cultura política

Yo le tengo cierto rechazo a la estandarización de la política en términos numéricos estáticos. Creo que siempre hay una cultura política que hay que transformar y ciudadanos/as con los que hay que trabajar y necesarias nuevas producciones de sentido, que reconozcan los imaginarios presentes y prácticas de asociación más democráticas y participativas que vayan reconsiderando a los/as ciudadanos/as desde la clase y desde la heterogeneidad de las clases. Un nuevo bloque social histórico construido desde una nueva cultura política. Al campo popular le está faltando un sistema plural participativo. Pienso en la forma en que trabajan en Uruguay, desde una alianza muy diversa como el Frente Amplio, pero que les deja siempre lugares a todos/as. Si nos fijamos, por ejemplo, en el armado político de CABA es notable la parcialización con que se eligen los/as candidatos/as que aportan siempre a la famosa grieta. El conflicto peronismo-antiperonismo más que una grieta es un maniqueísmo, queriendo o sin querer, incentivado por las mismas partes de siempre.
El Excel ayuda, pero hay que complejizar un poco más las alianzas sociales y los nuevos imaginarios. Creo que estamos atados todavía a viejas culturas políticas que cristalizan las grietas.
Atilio Borón, en su nota Hipótesis para comprender (y superar) una derrota, aborda justamente muchos temas de la coyuntura electoral que ponen de manifiesto que se debe cambiar la cultura política y replantearse los problemas de conducción, que no deben ser sólo liderazgos unipersonales. No podemos salir a una elección sin ofrecer una alternativa política, económica y social con un programa claro y ampliamente discutido. En este sentido, una nueva organicidad política, que tenga consideración por nuestras tradiciones, debería estar ya organizando un trabajo participativo en todo el país y, además, estudiando por dónde pasan las necesidades más urgentes dentro de las nuevas configuraciones ideológicas, en los nuevos universos simbólicos donde los/as ciudadanos/as se reconocen.
Siempre se trata de una relación compleja en los vínculos entre política y ciudadanía, pero es aquí donde justamente no hay que simplificar ni estancarse en viejos imaginarios. El problema del “goce social-político” y el problema del miedo asociado a la disconformidad pareciera que se resuelve a favor de la derecha en la disputa peronismo-antiperonismo. Inclusive, un/a ciudadano/a argentino/a puede “gozar” el hecho de pasar a ser una colonia si le ofrecen una cierta estabilidad económica. El problema del goce o el placer individual que puede generar una imagen política no siempre se la estudia como corresponde.
Agregaría a este tema la colonización algorítmica y la necesidad de atender el tema de las redes sociales, no sólo para un uso oportuno, sino también para pensar en procesos de reapropiación tecnológica, soberanía digital y soberanía del comercio electrónico. La política le ha dado al sentido del “goce” y a la soberanía digital poca importancia o directamente se soslaya. Trabajar con las armas del colonizador puede servir en la medida en que haya una política de reapropiación y descolonización profunda, porque ya sabemos que las lógicas económicas ofrecidas desde el campo digital las manejan los grandes grupos concentrados.
Por eso, las salidas de la coyuntura electoral tratando de manejar aparatos políticos en las provincias o en los municipios terminan en organizaciones primarias de disputas de poder, que no consideran el sujeto al que hay que dirigirse, porque no se puede organizar una dirección política, una conducción con dos meses sólo de propaganda en las calles. Si alguna vez se dijo que no se ganaban elecciones sólo con Cristina Fernández, tampoco se ganan las elecciones si no se tiene en cuenta la amplia heterogeneidad del conjunto de las clases sociales a las cuales uno se quiere dirigir. Esto indica la necesidad de ir conformando un nuevo bloque social-histórico de dirección política, que debe contemplar democráticamente el conjunto de tendencias ideológicas, inclusive sin apriorismos o lógicas hegemónicas de representación previa, que darían valor a ciertas tendencias políticas por encima de otras tendencias políticas a lo que se agrega las luchas territoriales y su feudalización.
Por cierto, con una nota no alcanzamos a resolver problemas muy complejos que tienen los armados políticos. Pero, está claro que nadie gana sólo una elección por ser portadores de nombres históricos que dentro de las dinámicas generacionales van sufriendo desgastes y olvidos. Hay que trabajar el presente como historia y la historia como presente, pero reconociendo la necesidad de que esa historia se puede contener en nuevas culturas políticas que nos saquen de las lógicas de los punteros políticos y de las representaciones a priori. Coordinar una amplia diversidad democrática y plural, con elecciones internas y representaciones proporcionales, donde la denominación de ese nuevo bloque social e histórico permita ser imaginado conteniendo el todo y las partes del todo. Desde el campo político cultural deberíamos aportar a una construcción de nuevo tipo. Desde el campo político cultural hay que ir pensando en una nueva cultura política.
Juano Villafañe es poeta, dramaturgo y gestor cultural. Vive en Balvanera, Comuna 3, CABA.





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