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¿Por qué leer a José Pedroni?

José Pedroni. Foto: Archivo General de la Nación.

Hoy en día, uno puede preguntarse por qué leer a José Pedroni, un poeta que escribía bajo los rasgos del modernismo, en los mismos años en que irrumpían las vanguardias en la poesía latinoamericana. En la Argentina, los exponentes más representativos de las vanguardias, en esa época, fueron Oliverio Girondo, Jacobo Fijman, Norah Lange, etc.

Sin embargo, para darle respuesta a este interrogante voy a enumerar cinco razones que nos conducen a la relevancia que tuvo su obra, desde 1923, hasta la actualidad.

En primer lugar, se destaca la presencia femenina. En este punto, se toma en cuenta el carácter cronológico y evolutivo que sostuvo el autor en su obra. En Gracia Plena (1925), el poema Maternidad muestra una mujer arquetípica en el rol de madre y de una mujer como eje esencial en el ámbito de la casa familiar.

En 1937, publica Diez mujeres, un conjunto de romances, donde la mujer es un sujeto que despierta admiración: Romance de la mujer de piedra, pero, también, está presente por su sufrimiento, como, por ejemplo, Romance de la mujer que espera.

Existe la observación de que Pedroni escribe estos romances a partir de la influencia de Federico García Lorca, que visitase la Argentina en el período que va de octubre de 1933 a marzo de 1934. Esto se da a raíz de una carta que escribe Azalea Laines, desde Madison, Estados Unidos.

En una entrevista realizada a Elena Chautemps, se confirma esta ascendencia, al punto de que Pedroni deja de leer al poeta granadino. Esto se verifica en el libro: Papeles inéditos, que es una compilación de cartas, discursos y entrevistas que seleccionara, oportunamente, el poeta de Quirquinchos, Jorge Isaías.

Sin embargo, es de sumo interés que, en 1960, cuando se publica Cantos del hombre, hay un poema que data sobre una mujer de los años ’20, María de Alcorta, donde la figura femenina, ahora, tiene el rol fundamental de ser un motor que impulsa a los hombres a luchar por sus ideales. De esta manera, actualiza su mirada, no contraponiéndola, sino, complementándola.

Para culminar este punto, no podemos dejar pasar por alto el poema Monumento a la agricultura, donde reclama el rol de la mujer en la obra colonizadora y la fundación de la ciudad Esperanza, lugar donde residió casi toda su vida:

 

Todos los jefes de familia están en el monumento.

Todos los hombres.

Heine, Rousseau, Wagner, Racine…; todos los nombres

de aquel extraordinario momento.

 

Pero no están las mujeres

que son la fe y el nacimiento.

No están ellas, las de los largos quehaceres.

Ningún nombre de madre en el monumento.

(Fragmento)

 

José Pedroni con su familia. Foto: Archivo General de la Nación.

En segundo término, el lenguaje poético. Vale señalar que el lenguaje que desarrolla en su obra está provisto de una sencillez muy profunda y cristalina, que no le quita proximidad con el lector, como el mismo poeta diría en una carta con fecha 2 de setiembre de 1942, a Samuel Glusberg:

“Siempre he creído que el poeta verdadero no puede, ni debe, vivir substraído a lo popular. Coincido esencialmente con usted. Y deploro que hoy día haya poetas que siguen escribiendo sonetos a una calle desconocida; que vivan al margen de la realidad. Es como para matarlos. A pesar de algunas lagunas, creo que soy uno de los que está más cerca del corazón de la gente”.

Esta actitud de compromiso con el lenguaje y con el tiempo social e histórico, podemos ver que se profundiza en una carta que Pedroni escribe, el 29 octubre de 1960, a Américo Calí, Armando Tejada Gómez y Gabino Rodríguez:

“Todo creador es un ser histórico, llamado a documentar en su obra el drama de su tiempo, y no            puede apartarse de su noble destino sin perder su paz y lastimarse ante sí mismo. Frente a esta disyuntiva, no hemos titubeado un momento en responder a la necesidad de nuestro espíritu, desahogándonos para dormir tranquilos y para poder sostener sin vergüenza la mirada del hombre, con derechos sobre nosotros como depositarios de su lenguaje y eternizadores de emoción mediante la imagen bella”.

Estas reflexiones sobre la postura del poeta hacia el lenguaje y el tiempo histórico que le toca vivir, se encuentran, no sólo, por los poemas que tienen una posición neohumanista, sino, también, por la presencia de lo cotidiano en la poética que desarrolló a lo largo de su producción literaria.

En tercera instancia, visualizamos el elemento místico. Es notoria la relación de su poesía con dos elementos: lo divino y lo sagrado.

Lo divino comienza con Gracia plena, pero, seguirá extendiéndose con el poema: Palabras a Dios, en el libro Poemas y palabras. Y que podemos extenderlo hasta el poema: Sereno y Dios, del libro El pan nuestro.

Lo sagrado, también, comienza en Gracia Plena, precisamente, en el poema Maternidad, tanto en la figura de la madre como en la del hijo y extendiéndose hasta el poema Nivel, del libro: El nivel y su lágrima. Donde el poeta encuentra la figura del padre (albañil) en la gota de aire del nivel. Esta herramienta adquiere un carácter de lo sagrado, casi, de una presencia sacramental.

En cuarto lugar, se destaca el color local de su poesía. Generalmente, al decirse esto podríamos pensar en encontrarnos con una serie de vocativos, toponimias o regionalismos, lo que no ocurre en su obra. Nuestro poeta hace uso del color local por medio de las temáticas, ya sea de Monsieur Jaquín o poemas como Muerte Francisco Netri o María de Alcorta. Así, Pedroni se referencia en su geografía y con el sentimiento social y político de su tiempo.

José Pedroni. Foto: Archivo General de la Nación.

El quinto aspecto que podemos observar, es el desarrollo de su obra. José Pedroni comienza su vida literaria con un libro que se titula La divina sed (1920), publicación que él mismo manda a destruir, pero, en la cual podemos observar la influencia de Rubén Darío. Luego, en 1923, tiene gran repercusión con el 2° Premio Nacional de Literatura, con La gota de agua. Título que nos remite a Amado Nervo, quien, en 1901 había publicado La hermana agua.

Si bien, comienza con una influencia claramente modernista, a raíz de sus gustos poéticos juveniles y por el apoyo que le brinda Samuel Glusberg, al relacionarse con Leopoldo Lugones y Horacio Quiroga, a lo largo de su vida irá construyendo una poesía que, sin salirse demasiado de las métricas y las rimas, va tomando un carácter cada vez más humanista y social.

Así, podemos ver cómo su obra toma rasgos más históricos, por ejemplo, en Monsieur Jaquín (1956), que referencia la obra colonizadora de la ciudad de Esperanza, Santa Fe. Su publicación se debe al festejo de los 100 años de su fundación y por la cual gana, nuevamente, un 2° Premio Nacional de Literatura.

También, publicó un texto más político, como Canto a Cuba (1960), con el cual reivindica la Revolución Cubana. Un ejemplo es el poema Los ángeles barbudos. Entre sus escritos más humanistas, destacan Canto al hombre (1960), donde el poeta nos hace llegar poemas como Canto al ciudadano del mundo, Los muebles del viejo Stura, Las Malvinas o Canto a la Patria.

 

Vuelvo de ver los muebles del viejo Stura

tirados en el camino

 

Mi compañero de viaje

me dice versos de Virgilio.

Sabe que el taciturno de Mantua

estuvo de parte de los desvalidos:

“¿Para esto mis campos he plantado?”

“¡Idos lejos de aquí: todo es mío!”

Después dice “El embargo”

de nuestro tiempo niño.

Después “Viento del pueblo”

de los días del pobre Federico,

muerto sin culpa, arrodillado,

él y su ángel sorprendido.

(Fragmento de Los muebles del viejo Stura)

 

También, podemos mencionar su participación como colaborador en revistas literarias, todo el mundo epistolar que desarrolló, las investigaciones realizadas para escribir Monsieur Jaquín, las anotaciones realizadas de sus viajes a Centroamérica, los objetivos que perseguía como miembro de la SADE o su labor como Secretario de Cultura de la Provincia de Santa Fe.

Así, podemos ir conociendo a un poeta que no quedó sólo en sus libros editados, sino, también, en nuestro cancionero popular, haciéndose un referente importante de la identidad literaria de la poesía santafesina.


Sergio Geese es poeta, investigador literario y letrista.

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