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Poemas para leer en cuarentena (Primera entrega)

Óleo de Santiago J. Alonso.

La situación del país se complejiza, debido a que la pandemia del coronavirus ha llevado al Gobierno a tener que decretar una cuarentena total. Lo cual nos obliga a no salir de nuestras casas, teniendo como excepciones sólo la adquisición de los bienes esenciales: comida, medicamentos, etc. Desde Con Fervor, continuamos llevándoles distintos materiales vinculados a la cultura para que, entre todos y todas, podamos sobrellevar este momento. En esta oportunidad y para festejar el Día Internacional de la Poesía, nos pusimos en contacto con un grupo de poetas de nuestro país y les propusimos que elijan tres poemas y nos digan por qué motivos los eligieron. En las próximas entregas de esta serie de notas, otras y otros poetas seguirán recomendando textos poéticos. 

 

Leopoldo Castilla nació en Salta en 1947. Ha escrito más de veinte libros de poesía y otros de narrativa y de ensayo. Sus poemas fueron traducidos a trece lenguas y obtuvo numerosos premios nacionales e internacionales.

 

Pajarito que venís tan cansado (Ramón Palomares)

 

Pajarito que venís tan cansado

y que te arrecostás en la piedra a beber

decime ¿No sos Polimnia?

Toda la tarde estuvo mirándome desde No sé dónde

Toda la tarde

Y ahora que te veo caigo en cuenta

Venís a consolarme

Vos que siempre estuviste para consolar

Te figurás ahora un pájaro

Ah pájaro esponjadito

Mansamente en la piedra y por la yerbita te acercás

-“Yo sou Polimnia”

Y con razón que una luz de resucitados ha caído aquí mismo

Polimnia riéndote

Polimnia echándome la bendición

-Corazón purísimo.

Pajarito que llegas del cielo

Figuración de un alma

Yo quisiera meterte aquí en el pecho

darte de comer

Meterte aquí en el pecho

Y que te quedaras allí

lo más del corazón.

 

El noche (Ramón Palomares)

 

Aquí llega el noche

el que tiene las estrellas en las uñas,

con caminar furioso y perros entre las piernas

alzando los brazos como relámpago

abriendo los cedros

echando las ramas sobre sí.

muy lejos.

 

Entra como si fuera un hombre

a caballo y pasa por el zaguán

sacudiéndose la tormenta.

 

Y se desmonta y empieza a averiguar

y hace memoria y extiende los ojos.

 

Mira los pueblos que están

unos en laderas y otros agachados en los barrancos

y entra en las casas

viendo como están las mujeres

y repasa las iglesias por las sacristías y los campanarios

espantando cuando pisa en la escaleras.

 

Y se sienta sobre las piedras

averiguando sin  paz.

 

Huyendo (Ramón Palomares)

 

Después que matates a tu hermano

después que lo volvites cecina,

que te echates las tripas por el cuello y bufabas

después que se te hizo poco para quitarle pedazos

y darle más y más tajos.

 

“Hay que rezar la oración, hay que rezar la oración”.

Y te volvites hormiga y cuando pasaban los guardias

te metías bajo las matas

y te volvías gusano y te subías

por las tapias

y las tapias estuvieron llenas de sangre y por la noche

brillaban

y se oían salir quejidos del monte.

Te fueron a buscar por los chaos y

te buscaron por el monte y

“Hay que rezar la oración, hay que rezar la oración”

y comenzaba a llover y se ponía todo

resbaloso,

y se resbalaba la gente en los huesos de tu hermano y las costillas de tu hermano

que brillaban por la noche

sobre los cerros.

 

No comás hígado por estos días,

no comás tripa, no comás

sesos,

no comás carne por estos días

porque te vas a comer el hígado y las tripas y los

sesos de tu hermano

y te vas a estar con una espina de mapurite,

con una espina de mapurite clavada en la garganta, clavada en

la boca del estómago,

clavada en la nuca, clavada en las vergüenzas.

 

Mira que el campanero repica y habla la boca de tu hermano

y que juegan baraja y se apuesta una pierna de tu hermano

y que bailan y toca la mano de tu hermano

y que silban y son los labios de tu hermano

y que muerden y son

los dientes de tu hermano.

 

Hasta que aparecites

hasta que te trajo el río,

hasta que después dela aguacero te trajeron las aguas

y no tenías ojos.

 

Elegí los poemas de Ramón Palomares, a quien considero una de las grandes voces de la lengua. Toda su tierra, todo su trasmundo y su fuerza , su naturaleza son la madera del canto de este gran poeta venezolano, al que debemos leer si queremos entrar en lo más hondo del espíritu latinoamericano.


Mario Goloboff es poeta, narrador y ensayista. Ha publicado libros de poemas, novelas, cuentos, relatos breves, trabajos críticos y, frecuentemente, notas en Página/12. Es autor de un libro sobre Jorge Luis Borges (Leer Borges), de Genio y figura de Roberto Arlt, y de la biografía de Julio Cortázar.

 

Fundación mítica de Buenos Aires (Jorge Luis Borges)

 

¿Y fue por este río de sueñera y de barro
que las proas vinieron a fundarme la patria?
Irían a los tumbos los barquitos pintados
entre los camalotes de la corriente zaina.

Pensando bien la cosa, supondremos que el río
era azulejo entonces como oriundo del cielo
con su estrellita roja para marcar el sitio
en que ayunó Juan Díaz y los indios comieron.

Lo cierto es que mil hombres y otros mil arribaron
por un mar que tenía cinco lunas de anchura
y aún estaba poblado de sirenas y endriagos
y de piedras imanes que enloquecen la brújula.

Prendieron unos ranchos trémulos en la costa,
durmieron extrañados. Dicen que en el Riachuelo,
pero son embelecos fraguados en la Boca.
Fue una manzana entera y en mi barrio: en Palermo.

Una manzana entera pero en mitá del campo
presenciada de auroras y lluvias y sudestadas.
La manzana pareja que persiste en mi barrio:
Guatemala, Serrano, Paraguay, Gurruchaga.

Un almacén rosado como revés de naipe
brilló y en la trastienda conversaron un truco;
el almacén rosado floreció en un compadre,
ya patrón de la esquina, ya resentido y duro.

El primer organito salvaba el horizonte
con su achacoso porte, su habanera y su gringo.
El corralón seguro ya opinaba Yrigoyen,
algún piano mandaba tangos de Saborido.

Una cigarrería sahumó como una rosa
el desierto. La tarde se había ahondado en ayeres,
los hombres compartieron un pasado ilusorio.
Sólo faltó una cosa: la vereda de enfrente.

A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires:
La juzgo tan eterna como el agua y el aire.

 

Eche veinte centavos en la ranura (Raúl González Tuñón)

 

A pesar de la sala sucia y oscura
de gentes, y de lámparas luminosas,
si quiere ver la vida color de rosa
eche veinte centavos en la ranura.
Y no ponga los ojos en esa hermosa
que frunce de promesas la boca impura.
Eche veinte centavos en la ranura
si quiere ver la vida color de rosa.
El dolor mata, amigo, la vida es dura,
y ya que usted no tiene ni hogar ni esposa
eche veinte centavos en la ranura
si quiere ver la vida color de rosa.

Cien lucecitas. Maravilla
de reflejos funambulescos.
¡Aquí hay mujer y manzanilla!
Aquí hay olvido, aquí hay refresco.
Pero sobre todo mujeres
para los hombres de los puertos
que prenden como alfileres
sus ojos en los ojos muertos.
No debe tener esqueleto
el enano de Sarrasani
que bien parece un amuleto
de la joyería Escasany.
Salta la cuerda, sáltala,
ojos de rata, cara de clown
y el trala-trala-trálala,
rima en tu viejo corazón.

Estampas, luces, musiquillas,
misterios de los reservados
donde entrarán a hurtadillas
los marinos alucinados.

Y fiesta, fiesta casi idiota
y tragicómica y grotesca.
Pero otra esperanza remota
de vida miliunanochesca.
¡Qué lindo es ir a ver
la mujer,
la mujer más gorda del mundo!
Entrar con un miedo profundo
pensando en la giganta de Baudelaire…

Nos engañaremos, no hay duda,
si desnuda nunca muy desnuda,
si barbuda nunca muy barbuda
será la mujer.
Pero ese momento de miedo profundo…
¡Qué lindo es ir a ver
la mujer,
la mujer más gorda del mundo!

Y no se inmute, amigo, la vida es dura,
con la filosofía poco se goza.
Eche veinte centavos en la ranura
si quiere ver la vida color de rosa.

 

El árbol (Juan Gelman)

 

De la violenta madrugada
un hombre entra a su casa y el olor de sus hijos
le golpea la cara, los olvidos, la furia,
ahora cierra la puerta con doble llave
y se saca la gente, la ropa con cuidado,
apaga los gritos de la camisa
o los ojos del camarada que brillan en la cárcel
y oye cómo se mueve la ternura en la pieza,
bajo sus ramas dormirá todavía una noche,
bajo sus ramas yacerá cuando caiga.

 

Los elegí porque los llevo en mi cabeza desde hace décadas.


Vicente Muleiro es escritor, dramaturgo y periodista.

En la Argentina, afortunadamente, se pueden hacer muchos recortes temáticos, estéticos y tener, siempre a mano, tríadas para repartir. Elijo, muy rápidamente, tres poemas de autores nacionales:

 

Viernes santo (María del Carmen Colombo)

 

I

Yo no digo que vengas.

 

Digo que me lleves por un lado del corazón

adonde tu jardín murmura la bruma tabacal

del otoño

 

Abril es hoy y toso en el viejo vestido amatorio

de las estaciones

como una hembra en desuso. Y caigo a veces

porque me pesa en sangre  lo que deseo

 

Por eso dejo mi nombre en esta carta

para que me rescates de los sueños perdidos.

 

II

Echa las velas

púrpuras sobre el lazo de seda

 

Alguien duerme

cuando el otoño es una mejilla húmeda y el

viento tu canción

 

La muerte siempre amanece en el primer lugar

 

Detrás del miedo el mundo es sangre seca, la

edad en ruinas

mi perdida estación

 

III

En qué rueca la voz arma su tejido para que la

expulsada sea una llama de leche

una novia vacía con los ojos de arena saliendo

de su llave

 

En qué mundo los dijes empiezan a sonar

En qué lugar la arcilla se transforma en espacio

donde el grito ha dejado su plumaje de cóndor

 

En qué jardín entierro los silencios, en qué

cielo levanto las palabras

Desde dónde te llamo.

 

IV

Las aguas cubren nuestra tierra con

un rostro de arena

 

sólo horada este cielo derramado en las sombras

una pequeña nave

 

como piedra lanzada yo me morí

en la aldea de tu mano

 

V

Donde el silencio llega como lengua de piedra

caídas precipicios guardo

la soga que ha colgado a mi corazón

en medio de la calle

 

Desnudo este pañuelo cubriendo mi ceguera

así lo guardo

Y a despecho del dolor el viento eriza

la palabra perdida       la palabra gastada

la palabra

 

Retitulado, ahora, como el Poema VIII de su Antología (Fondo Nacional de las Artes). María del Carmen Colombo muestra, allí, claves de su poética: un rápido deslizamiento del lenguaje, una cadencia suya y, a la vez, tribal: la voz porteña sin pretensión de «elegancia», en el peor sentido de la palabra. El pliegue significante-significado está adherido con cemento. El amor y la soledad tiemblan en ese poema.

 

Amantes vagabundos (Enrique Molina)

 

Nunca tuvimos casa ni paciencia ni olvido

Pero un poco más lejos hacia nada

Están las lámparas de viaje

Temblando suavemente

Los hoteles de garganta amarilla siempre rota

Y sus toscas vajillas para el suicidio o la melancolía

-¡Oh el errante graznido sobre la cumbrera!

Dormíamos al azar con montañas o chozas

Bajo las altas destrucciones del cielo prontas a arder con un fuego inasible

Junto al árbol de paso que se aleja

A menudo asomados a ventanas en ruinas

A balcones en llamas o en cenizas

En esos lechos de comarca

La lluvia es igual a los besos te desnudabas

Girando dulcemente en la oscuridad con la rotación de la tierra

Belleza impune belleza insensata

Pero sólo una vez sólo una vez

Juega el amor sus dados de ladrón del destino:

Si pierdes puedes saborear el orgullo

De contemplar tu porvenir en un puñado de arena.

¡Cuántos rostros abandonados!

¡Cuántas puertas de viaje entreabriendo su llanto!

Cuántas mujeres que la luz ahoga

Sueltan sus cabelleras de región indeleble besada por el viento

Con aves inmóviles posadas para siempre en su mirada

Con el silbo de un tren que arranca lentamente sus raíces de hierro.

Con la lucha de todo abandono y de toda esperanza

Con los grandes mercados donde pululan cifras injurias legumbres y almas cerradas sobre sus negros sacos de semilla

Y los andenes disueltos en una espuma férrea

-Desvarío tiempo y consumación-

Tumba de viejos días

Bella como el deseo en las venas terrestres

Su fuego es la nostalgia

La celosía del trópico tras la cual hay arañas cortinas en jirones y una vieja victrola con la misma canción inacabable

Pero los amantes exigen frustraciones tormentos

Peligros más sutiles:

Su pasado es incomprensible y se pierde como el mendigo

Dejado atrás en el paradero borrascoso.

 

Un manejo tremendo del ritmo y la eufonía, el verso de largo aliento como cortado por un brusco hachazo quequeda, matemáticamente, perfecto. Y, además, un surrealismo  bañado por los soles de Latinoamérica y cocinado en una gran fuente marítima.

 

El vendedor de tierra (Jacobo Regen)

 

Vuelve del horizonte

cargando tierra negra a sus espaldas.

Cuando llega lo aplauden los jardines

y se emociona el agua.

Y yo le compro tierra y algún día

me tendrá que vender toda la carga.


Gito Minore es escritor y docente. Publicó varios libros, entre ellos: Mínimamente y Queriendo ser. En la actualidad, trabaja en Clara Beter ediciones.

 

Oración por Marilyn Monroe (Ernesto Cardenal)

 

Señor
recibe a esta muchacha conocida en toda la Tierra con el nombre de Marilyn Monroe,
aunque ése no era su verdadero nombre
(pero Tú conoces su verdadero nombre, el de la huerfanita violada a los 9 años
y la empleadita de tienda que a los 16 se había querido matar)
y que ahora se presenta ante Ti sin ningún maquillaje
sin su Agente de Prensa
sin fotógrafos y sin firmar autógrafos
sola como un astronauta frente a la noche espacial.
Ella soñó cuando niña que estaba desnuda en una iglesia (según cuenta el Times)
ante una multitud postrada, con las cabezas en el suelo
y tenía que caminar en puntillas para no pisar las cabezas.
Tú conoces nuestros sueños mejor que los psiquiatras.
Iglesia, casa, cueva, son la seguridad del seno materno
pero también algo más que eso…

Las cabezas son los admiradores, es claro
(la masa de cabezas en la oscuridad bajo el chorro de luz).
Pero el templo no son los estudios de la 20th Century-Fox.
El templo —de mármol y oro— es el templo de su cuerpo
en el que está el hijo de Hombre con un látigo en la mano
expulsando a los mercaderes de la 20th Century-Fox
que hicieron de Tu casa de oración una cueva de ladrones.
Señor
en este mundo contaminado de pecados y de radiactividad,
Tú no culparás tan sólo a una empleadita de tienda
que como toda empleadita de tienda soñó con ser estrella de cine.
Y su sueño fue realidad (pero como la realidad del tecnicolor).
Ella no hizo sino actuar según el script que le dimos,
el de nuestras propias vidas, y era un script absurdo.
Perdónala, Señor, y perdónanos a nosotros
por nuestra 20th Century
por esa Colosal Super-Producción en la que todos hemos trabajado.
Ella tenía hambre de amor y le ofrecimos tranquilizantes.
Para la tristeza de no ser santos se le recomendó el Psicoanálisis.
Recuerda Señor su creciente pavor a la cámara
y el odio al maquillaje insistiendo en maquillarse en cada escena
y cómo se fue haciendo mayor el horror
y mayor la impuntualidad a los estudios.

Como toda empleadita de tienda
soñó ser estrella de cine.
Y su vida fue irreal como un sueño que un psiquiatra interpreta y archiva.

Sus romances fueron un beso con los ojos cerrados
que cuando se abren los ojos
se descubre que fue bajo reflectores
¡y se apagan los reflectores!
Y desmontan las dos paredes del aposento (era un set cinematográfico)
mientras el Director se aleja con su libreta
porque la escena ya fue tomada.
O como un viaje en yate, un beso en Singapur, un baile en Río
la recepción en la mansión del Duque y la Duquesa de Windsor
vistos en la salita del apartamento miserable.
La película terminó sin el beso final.
La hallaron muerta en su cama con la mano en el teléfono.
Y los detectives no supieron a quién iba a llamar.
Fue
como alguien que ha marcado el número de la única voz amiga
y oye tan solo la voz de un disco que le dice: WRONG NUMBER
O como alguien que herido por los gangsters
alarga la mano a un teléfono desconectado.

Señor:
quienquiera que haya sido el que ella iba a llamar
y no llamó (y tal vez no era nadie
o era Alguien cuyo número no está en el Directorio de los Ángeles)
¡contesta Tú al teléfono!

 

Como ser un gran escritor (Charles Bukowski)

 

Tenés que cogerte a muchas mujeres
bellas mujeres
y escribir unos pocos poemas de amor decentes

y no te preocupes por la edad
y/o los nuevos talentos.

sólo tomá más cerveza más y más cerveza.

Andá al hipódromo por lo menos una vez
a la semana

y ganá
si es posible.
aprender a ganar es difícil,
cualquier boludo puede ser un buen perdedor.

y no olvides tu Brahms,
tu Bach y tu
cerveza.

no te exijas.
dormí hasta el mediodía.

evitá las tarjetas de crédito
o pagar cualquier cosa en término.

acordáte de que no hay un pedazo de culo
en este mundo que valga más de 50 dólares
(en 1977).

y si tenés capacidad de amar
amáte a vos mismo primero
pero siempre sé consciente de la posibilidad de
la total derrota
ya sea por buenas o malas razones.

un sabor temprano de la muerte no es
necesariamente
una mala cosa.

quedáte afuera de las iglesias y los bares y los
museos
y como las araña sé
paciente,
el tiempo es la cruz de todos.
más
el exilio
la derrota
la traición

toda esa basura.

quedáte con la cerveza

la cerveza es continua sangre.

una amante continua.
agarrá una buena máquina de escribir
y mientras los pasos van y vienen
más allá de tu ventana

dale duro a esa cosa
dale duro.

hacé de eso una pelea de peso pesado.

hacé como el toro en la primer embestida.

y recordá a los perros viejos,
que pelearon tan bien:
Hemingway, Celine, Dostoievsky, Hamsun.

si crees que no se volvieron locos en habitaciones
minúsculas
como te está pasando a vos ahora,
sin mujeres
sin comida
sin esperanza…

entonces no estás listo

tomá más cerveza.
hay tiempo.
y si no hay
está bien
igual.

 

Milongas clásicas (Almafuerte)

 

VI

No lo sé. Ni debo nunca

describrirlo. Y no te asombres.

La novela de los hombres

vale más que quede trunca.

Y es difícil y es ingrato

demostrar lo razonable;

y no siempre es confesable

cualquier móvil inmediato.

No hay hallazgo más traidor

que acertar consigo mismo,

mi más loco excursionismo

que explorarse el interior.

Ni trabajo ni jornada

donde un óbice no quepa;

vale más que no se sepa

los orígenes de nada.

Vale más que no analices

los misterios de las cosas…

¡Se modelan a las diosas

sobre torpes meretrices!

¡Se fabrican sacros panes

profiriendo sacrilegios;

y hospitales y colegios

con limosnas de rufianes!

Porque siempre ha sido escoria

la razón de lo que brilla;

y pelusa y arenilla

los secretos de la gloria.

Horrorícete de veras

las acciones más gentiles..

¡Son muy necias y muy viles

las verdades verdaderas!

Pero no te desesperes

ni te abata el desconsuelo:

cuando corta el escalpelo

sólo gimen las mujeres.

Pero aguarda que mi mente

busque luz y tome bríos:

bajo túneles sombríos

no se viaja eternamente.

 

Las elijo porque, las tres, son obras muy queridas para mí. Poemas que me acompañaron a lo largo de mi vida y a los cuales, de una manera u otra, siempre vuelvo.


Carlos Flood nació en 1943, es poeta, sociólogo rural y autor de Como sombra encendida (Alción Editora, Córdoba, 2016) y de Ese mismo sol (inédito).

 

Quién eres (Juan L. Ortíz)

 

Quién eres tú, oh, niña, y de qué campos

con esa flauta triste?

 

Por qué el aire suena así tan melancólico

si el arroyo es el camino, allá,

de la plata del aire?

 

Quién eres tú, de música y de lágrimas,

en las colinas del silencio?

 

Quién eres tú, di, quién eres tú,

y si es de este mundo ese país que hilas

de repente a mi lado lo mismo que una lluvia?

 

Quién eres tú, y de qué muerte vienes,

o de qué vida dulce ni siquiera soñada

suspendida a un paisaje apenas entrevisto?

 

Quién eres tú, di?

Eres la pena desconocida, de qué tiempos?,

que encuentra no se sabe dónde, no se sabe qué agua,

y moja y moja un aire blanco?

 

O eres acaso, di,

eres la dicha inédita, niña misma del aire

pero en un “aire” tímido tejido

por unos dedos de neblina,

al saberte, oh tú, recién libre de los velos,

y todavía imposible, ay, en los juncos de aquí?

 

Quién eres tú, di, de llanto antiguo,

alada sobre un arroyo antiguo en el soplo antiguo,

de una melancolía casi de ángel

con las perlas, que no sabemos, de este aire?

 

Quién eres tú, oh niña, y qué rocíos

los de esa flauta íntima?

 

Y qué hálito es el tuyo, di,

que nos une, al final, del otro lado ya del aire,

en un solo hilo de tiempo, altísimo,

sobre las gotas de un abismo?

 

Navegando a Bizancio (William B. Yeats)

 

I

Aquél no es país para viejos. Los jóvenes
Tomados del brazo, los pájaros en los árboles
-Aquellas generaciones que se mueren- cantando,
Las cascadas de salmón, los mares atestados de verdeles,
Pescado, carne, o aves, elogian todo el verano
Todo lo engendrado, nace y muere.
Atrapado en esa música sensual descuida todo
Monumentos de intelecto que no envejece.

 

II

Un hombre de edad no es más que una cosa miserable,
Un abrigo andrajoso sobre un palo, a menos que
El alma aplauda y cante, y cante más fuerte
Por cada arruga en su vestido mortal,
Ni hay escuela de canto sino el estudio de
Monumentos de magnificencia única;
Y por eso he navegado los mares y he venido
A la sagrada ciudad de Bizancio.

 

III

Oh sabios erguidos en el santo fuego de Dios
Al igual que en el dorado mosaico de un muro,
Vengan del fuego sagrado, giren en un círculo,
Y sean los maestros del canto de mi alma.
Extingan mi corazón; enfermo de deseo
Y atado a un animal que va a morir
No sabe lo que es; y llévenme
Al artificio que es la eternidad.

 

IV

Una vez fuera de la naturaleza jamás tomaré
Mi forma corpórea de ninguna cosa natural,
Sino una forma como la que los Herreros griegos hacen
De oro martillado y esmalte dorado
Para mantener despierto a un somnoliento Emperador;
O ponerse sobre una rama dorada para cantar
A los señores y damas de Bizancio
Sobre lo que ha pasado, o lo que pasa, o lo que vendrá.

 

Tan huesolita que te ibas (Juan Carlos Bustriazo Ortiz)

 

tan envidiada de qué sombras la tierra ardía huesolita
la siesta ardía melodiosa tan como ibas tu sonrisa era
una piedra arrobadora y era otra piedra mi costilla
dulcequeamarga solasola cuajada de alta pedrería eran
tus voces tan palomas eran tus manos piedras finas
guitarra tan azuladiosa eras la piedra que acaricia piedra
te ibas quién te roba última brisa de la brisa o
flauta mía o leja y rota tan huesolita que te ibas tan
de la gracia mucha y poca si cuando vuelvas ves mis
días oh piedra llena llaga

hermosa!

 

Los tres me evocan o despiertan musas de íntimo reencuentro con soledades y presencias necesarias.


Felicitas Casillo es poeta y profesora de Filosofía y Letras.

  

El país del sur (Hilaire Belloc)

 

Cuando cae la tarde en las Midlands,
tierras anegadas e inhóspitas,
enciendo mi lámpara,
dejo el trabajo a un lado
y las grandes colinas del país del sur
regresan a mi mente.

Las grandes colinas del país del sur
se alzan junto al mar;
y es allí, entre los altos bosques,
donde desearía estar,
y que los hombres que eran niños cuando yo era un niño
caminaran junto mí.

A los hombres que viven en el norte de Inglaterra
los conocí un día:
sus corazones arraigados en páramos,
sus cielos veloces y grises.
Desde los muros de los castillos un hombre vería
las montañas demasiado lejos.

Los hombres que viven en el oeste de Inglaterra
contemplan el caudaloso Severn.
Sobre su corriente parda,
ruedan las hojas de los álamos.
Ellos guardan el secreto de las rocas
y la más antigua forma de canción.

Pero los hombres que habitan el país del sur
son los más cordiales y sabios.
El sonoro oleaje resuena en sus risas,
y nuestra hermana la primavera,
cuando vuela sobre el mar,
llena de fe sus ojos alegres.
Ella florece de pronto violetas a sus pies
y nos bendice con el asombro.

Aunque no me adentre en el pinar
puedo oler el perfume de Sussex;
aunque no llegue hasta sus costas,
allí se encuentra mi hogar.
Contra este cielo, se recorta su relieve,
noble y despojado.

Una cosa perdida nunca pude hallar
y algo roto no conseguí reparar:
y temo encontrarme completamente solo
cuando enfrente el fin.
¿Quién estará allí para consolarme
o quién será mi amigo?

Me reuniré y con delicadeza haré amigos
entre los habitantes de la espesura de Sussex;
ellos contemplan las estrellas desde lomas silenciosas,
y erguidos, aran los campos.
Por ellos y por el Dios del país del sur,
mi pobre alma será sanada.

Si alguna vez enriqueciera
o si llegara a la vejez,
construiría una casa de grueso heno
para protegerme del frío,
y allí serían cantadas las canciones de Sussex
y se narrarían sus historias.

Levantaré mi casa en la profundidad del bosque,
a corta distancia del mar,
y los hombres que eran niños cuando yo era un niño
vendrán a sentarse y beberán conmigo.

 

Mitopoeia (J. R. R. Tolkien)

 

Para el que dijo que los mitos son mentiras y por lo tanto, inútiles, aunque sean «exhalados a través de plata».

Filómito a Misómito

 

Miras a los árboles y los etiquetas fácilmente,

(porque «Árboles» son «árboles», y «el crecer» es «crecer»

caminas la tierra y la pisas con paso solemne

una de muchas esferas menores del Espacio

la estrella de una estrella, un poco de materia formada como bola

guiada sobre cursos matemáticos

por lo regido, frío, inane

donde los átomos elegidos son, en cada momento, abatidos.

A la orden de una Voluntad, ante la cual nos prosternamos

(y debemos), pero solo parcialmente obedecemos,

grandes procesos se suceden, mientras el Tiempo se devela

desde oscuros comienzos hacia inciertas metas;

y mientras en páginas son escritas sin pista,

con guión y coloridos bordes forrados,

una interminable multitud de formas aparecen,

algunas tenues, algunas frágiles, algunas bellas, algunas curiosas,

cada una extraña, excepto como parte de un todo

lejano Origo, mosquita, hombre, piedra, y sol.

Dios hizo las rocas pedregosas, los árboles arbústeos,

terrestre tierra y estelares estrellas, y estos

homunculares hombres, que caminan en la tierra

con nervios que se estremecen cuando son tocados por la luz y el sonido.

Los movimientos del mar, el viento en los ramajes,

pasto verde, la larga lenta rareza de las vacas,

trueno y relámpago, pájaros que se hamacan y lloran,

limo arrastrándose desde el lodo para vivir y morir,

cada cosa está específicamente registrada y enmarcada

las contorsiones del cerebro con un toque especial.

Sin embargo los árboles no son «árboles», hasta que así son llamados y vistos

y nunca fueron así nombrados, «tifi» fueron

cuyo complejo discurso de desatado aliento

fue eco leve y gris imagen del mundo

pero nunca registro y menos fotografía,

siendo adivinación, juicio y una risueña

respuesta de aquellos que sintieron el movimiento dentro

por una profunda monición, movimientos que fueron relacionados

a la vida y muerte de árboles, de bestias, de estrellas:

cautivos libres desgastando oscuras barras,

socavando lo reconocido por experiencia

y recorriendo la vena del espíritu hasta perder el sentido.

Grandes poderes se liberaron lentamente

y observando a su espalda se encontraron con los elfos

que trabajaron en complejas forjas de la mente,

y la luz y la oscuridad en secretos y entrelazados pensamientos

Él no ve estrellas que no lo vean primero

de plata viva fue la repentina explosión

de llamas como flores bajo una antigua canción

cuyo mismísimo eco hace mucho

que persigue. No hay firmamento,

solo un vacío, sino una tienda adornada

con tela de mitos y patrones de elfos; y no hay tierra

salvando el vientre de la madre donde todos hemos nacido.

El corazón del Hombre no está compuesto por mentiras,

pero atrae sabiduría solo de los Sabios,

y aún lo llama. Aunque hace mucho es indiferente,

El hombre no está completamente perdido o cambiado.

Des-graciado puede estar, pero no destronado,

y mantiene los harapos de la señoría que usó,

su dominio mundial por el acto creativo:

no es suyo el alabar al gran Artefacto,

Hombre, Sub-creador, la luz refractada

a través de quien se divide un solo Blanco

en muchos tonos, e infinitamente combinados

en formas vivas que se mueven de mente a mente.

A través de todas las grietas del mundo que llenamos

con Elfos y Goblins, aunque nos animamos a crear

Dioses y sus casas de oscuridad y luz,

y tejimos la semilla de los dragones, fue nuestro derecho

(Usado o malgastado). El derecho no ha decaído.

Aún hacemos las cosas con la ley que nos ha formado.

 

Si! «Sueños de deseos cumplidos» que intentamos evadir

con nuestros corazones tímidos y la derrota de hecho!

¿De dónde llega el deseo, y el poder para soñar,

o para soñar algunas cosas que son hermosas y otras horribles?

No todos los deseos son efímeros, ni vanos

lograrlos es lo que buscamos – porque el dolor es el dolor,

nunca deseado, sino dañino;

así mismo es el desear o someterse a la voluntad

es una torpeza; y el mal de esto

solo es terriblemente cierto: El mal es.

Bienaventurados los corazones tímidos que odia el Mal

que se acobardan en la sombra, y sin embargo cierran la puerta;

que no buscan discusiones, y en una cuidada habitación,

aunque pequeña y restricta, sobre un telar abarrotado

se ondean telas de los viejos tiempos

esperadas bajo la influencia de la Sombra.

Bienaventurados los hombres de la raza de Noé que construyeron

sus pequeñas arcas, aunque frágiles y mal terminadas,

y navegaron a través de vientos contrarios hasta un ánima,

y el rumor de un puerto adivinado por la fe.

Bienaventurados los juglares-leyenda con sus rimas

de cosas nunca halladas en el tiempo pasado.

No son ellos los que olvidaron la Noche,

o nos obligaron a esparcirnos en un deleite organizado,

en islas-loto de felicidad económica

renunciando a su alma para ganar un beso de Circe

(y contrapuesto a eso, mecanizada,

falsa seducción de la doblemente-seducida).

Esas islas, que vieron lejos, y otras más hermosas,

y esos que oyeron de ellas pero se mantuvieron atentos.

Han visto la Muerte y la derrota,

y aún así no se retiran desesperados,

pero a un sinfín de victorias les han puesto música

y amables corazones con fuego legendario,

Iluminando el Ahora y el oscuro ayer

con luz solar como aún ningún hombre ha visto.

Me encantaría poder cantar con los juglares

y revolver lo no-visto con una cuerda latente.

Estaría con los marineros de lo profundo

que cortan sus planchas angostas en montañas escarpadas

y se aventuran en una compleja y vagante misión,

porque algunos han pasado el fabulado oeste

A los locos atormentados nos dirían,

que hay un refugio interior donde su oro

impuro y escaldado, pero donde ellos lo traen

para tener en mente la imagen de un distante y borroso rey,

o en fantásticos estandartes ondean los brillantes

emblemas heráldicos de un señor no-visto.

No voy a caminar con tus monos,

erectos y pensantes. Antes de sus huecos

del abismo oscuro hacia el que su progreso tiende

si por la piedad de Dios el progreso termina,

y no es un volver constante al mismo

infructífero camino con un cambio de nombre.

No voy a atravesar tu empolvado y chato camino,

nombrando eso y aquello como eso y aquello,

tu inmutable mundo, donde en ninguna forma

el pequeño creador tiene que ver con el arte del Creador

No me inclinaré ante la Corona de Acero,

ni voy a reposar mi pequeño dorado cetro.

Quizás, en el Paraíso el ojo se desvíe

de mirar el Día eterno

para ser el día iluminado y renovado

desde la verdad espejada, la posibilidad de la Verdad.

Luego mirar la Tierra Bendita, y ver

que todo es como es, y sin embargo, hecho libre:

La Salvación no cambia, ni destruye

jardín o jardinero, niño ni juguetes

El Mal no lo va a ver, porque miente

no en la imagen de Dios, sino en sus ojos torcidos,

no en la fuente sino en la elección maliciosa

y no en el sonido, sino en la voz sin tono.

En el Paraíso, ellos ya no están errados;

y aunque hacen todo de nuevo, no hacen mentiras.

Se aseguran de seguir haciendo, de no estar muertos,

y los poetas tienen llamas en sus cabezas,

y arpas donde sus dedos sin duda caen:

Cada uno elegirá por siempre desde el Todo.

 

 

Miércoles de ceniza (T.S. Eliot)

 

I

Porque no espero retornar jamás
Porque no espero
Porque no espero retornar
Deseoso del don de éste y de la visión de aquél
Ya no me esfuerzo más por esforzarme por cosas semejantes
(¿Por qué debiera desplegar las alas el águila ya vieja?)
¿Por qué debiera lamentarme yo
Por el poder perdido del reino acostumbrado?

Porque no espero conocer jamás
La endeble gloria de la hora positiva,
Porque pienso que no
Porque conozco que no he de conocer
El único real de los poderes transitorios
Porque no he de beber
Allí, donde los árboles florecen, y los manantiales fluyen, pues –de nuevo– no hay nada

Porque yo sé que el tiempo es siempre tiempo
Y que el espacio es siempre sólo espacio
Y que es actual lo actual sólo en un tiempo
Y sólo en un espacio
Me alegra que las cosas sean tal como son y
Renuncio al rostro bienaventurado
Y renuncio a la voz
Porque no he de esperar ya retornar jamás
Me alegro en consecuencia, al tener que construir algo
De qué alegrarme.

Y ruego a Dios se apiade de nosotros
Y le ruego que yo pueda olvidarme
De aquellas cosas que conmigo mismo discuto demasiado
Explico demasiado
Porque no espero retornar jamás
Deja que estas palabras respondan
Por lo que se ha hecho, para no volver a hacerse
Que el juicio no nos sea demasiado gravoso

Porque estas alas ya no son alas para volar
Sino sólo abanicos que baten en el aire
El aire que ahora es terriblemente angosto y seco
Más angosto y más seco que la voluntad
Enséñanos a preocuparnos y no preocuparnos
Enséñanos a quedarnos sentados quietos.

Ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte
Ruega por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte.

 

II

Señora, tres leopardos blancos estaban recostados bajo un árbol de enebro
A la fresca del día, tras haberse saciado hasta el hartazgo
De mis piernas mi corazón mi hígado y aquello que había sido el contenido
De la esfera ahuecada de mi cráneo. Y dijo Dios
¿Vivirán estos huesos? ¿Vivirán
Estos huesos? Y aquello que había sido el contenido
De los huesos (que ya se habían secado) dijo con un gorjeo:
Gracias a la bondad de esta Señora,
por su belleza, y porque
honra a la Virgen meditando
brillamos relucientes. Y yo, que estoy aquí disimulado,
ofrezco mis acciones al olvido, y mi amor
a la posteridad del desierto y al fruto de la calabaza.
Esto es lo que rescata
Mis entrañas, los nervios de mis ojos y las partes indigeribles
Que rechazan los leopardos. La señora se retira
Con un vestido blanco, a contemplar, con un vestido blanco.
Que la blancura de los huesos sirva de expiación para el olvido.
No hay vida en ellos. Como estoy olvidado
y he de estar olvidado, así me olvidaría
Al consagrarme, concentrado en un propósito. Y dijo Dios
Su profecía al viento, al viento solamente porque sólo
Sabe escuchar el viento. Y los huesos gorjeaban en un canto,
Acompañados por los saltamontes. Y decían:

Señora del silencio
Calmada y afligida
Desgarrada e intacta
Rosa de la memoria
Rosa de los olvidos
Agotada y nutricia
Preocupada y tranquila
La Rosa singular
Es ahora el Jardín
Donde el amor termina
Da fin a los tormentos
De amor insatisfecho
El tormento mayor
Del amor satisfecho
Final de lo infinito
Viaje a ninguna parte
La conclusión de aquello
Que es inconclusible
Discurso sin palabra y
Palabra sin discurso
Las gracias sean dadas a la Madre
Por el Jardín
Donde el amor termina.

Bajo un árbol de enebro, cantaban esparcidos los huesos relucientes
Estamos satisfechos de estar desperdigados, no hicimos nada bueno los unos por los otros
A la fresca del día, bajo un árbol, con la anuencia de la arena,
En olvido de sí mismos y de los otros, juntos
en el silencio del desierto. Esta es la tierra que
dividiréis por lotes. Y ni la división ni la unidad
importan. Es la tierra. Tenemos nuestra herencia.

 

III

Al doblar la segunda escalinata por primera vez
Me di vuelta y miré lo que había abajo,
La misma forma serpenteante sobre el pasamanos
Tras los vapores en el aire fétido,
En pugna contra el diablo de las escaleras,
Con su engañoso rostro de esperanza y desesperación.

Al doblar la segunda escalinata por segunda vez
Las dejé serpenteando y enrollándose ahí abajo;
Ya no había más rostros, la escalera estaba oscura,
Húmeda y escarpada, como la boca de algún viejo que babea sin remedio,
O las fauces dentadas de un tiburón ya viejo.

Al doblar la tercera escalinata por primera vez
Había una ventana panzona como el fruto de la higuera
Y detrás del espino florecido y de la escena pastoril
Una figura de anchas espaldas ataviada en verde y en azul
Hechizaba con una flauta antigua el mes de mayo.
Son dulces los cabellos que se agitan, los cabellos castaños que ondean sobre la boca,
Los cabellos violetas y castaños;
La distracción, la música de la flauta, las pausas y los pasos de la mente en la tercera escalinata,
Cada vez más se apagan; una fuerza mayor a la esperanza y a la desesperación
Sube por la tercera escalinata.

Señor, yo no soy digno
Señor, yo no soy digno

pero una palabra Tuya bastará.

 

IV

Quien caminaba entre el violeta y el violeta
Quien caminaba entre
Las varias gamas de variados verdes,
De azul y blanco, con el color de María,
Mientras hablaba de cosas triviales
Sin saber y sabiendo sobre el dolor eterno
Quien caminaba entre los otros mientras caminaban,
Quien hizo que las fuentes brotaran vigorosas e hizo frescas las aguas de los manantiales

Enfrió la piedra seca e hizo firme la arena
Con el azul de los delfinios, el azul del color de María,
Sovegna vos

He aquí los años que andan entre medio, haciendo a un lado
Los violines y las flautas, reinstaurando
a una que se mueve en el tiempo entre el sueño y el despertar, vestida

Con un manto de luz blanca, envuelto en la cabeza.
Los años nuevos van, reinstaurando
A través de una nube de lágrimas brillante, los años, reinstaurando
Con versos nuevos una rima antigua. Redime
El tiempo. Redime
La visión no leída en el sueño más alto
Mientras los unicornios enjoyados arrastran la carroza fúnebre dorada.

La hermana silenciosa con su velo azul y blanco
Entre los tejos, tras el dios del jardín,
La de la flauta sin aliento, agachó la cabeza e hizo un gesto, pero no dijo nada

Pero brotó la fuente y cantó el pájaro
Redime el tiempo, redime el sueño,
Muestra de la palabra nunca oída, nunca dicha,
Hasta que el viento arranque mil murmullos del tejo

Y después de este destierro.

 

V

Si se perdiera acaso la palabra perdida, si se gastara acaso la palabra gastada
Si se escuchara acaso y se dijera
La palabra no dicha ni escuchada;
Aún seguiría siendo la palabra no dicha, la Palabra no escuchada,
La Palabra sin palabra, la Palabra dentro
Del mundo y para el mundo;
Brilló la luz en las tinieblas y
Contra la palabra el mundo inquieto seguía dando vueltas
Alrededor de la Palabra silenciosa

Oh pueblo mío, ¿qué te he hecho?

¿Dónde habrá de encontrarse la palabra, dónde
resonará? Aquí no, porque aquí no hay silencio suficiente,
ni en el mar ni en las islas, ni
en el continente, tampoco en el desierto o en las praderas húmedas,
para quienes caminan en lo oscuro
durante el día y durante la noche
el lugar apropiado y el momento justo no son éste
no hay un lugar de gracia para aquellos que rehuyen el rostro
ni tiempo de alegrarse por aquellos que caminan entre el ruido pero niegan la voz

¿Ha de rezar la hermana del velo
por los que andan en lo oscuro, los que Te han elegido y enfrentado,
los que están desgarrados sobre el cuerno entre estación y estación, entre un tiempo y otro, entre
una hora y otra, una palabra y otra, entre un poder y el otro, los que esperan
en medio de lo oscuro? ¿Ha de rezar la hermana
por los niños que esperan en la puerta
que no se irán de allí, y que son incapaces de rezar?
Reza por los que eligen y por los que se oponen

Oh pueblo mío, qué te he hecho.

¿Ha de rezar la hermana entre los árboles de tejo esbeltos
por quienes la ofendieron y ahora tienen miedo
y no pueden rendirse y afirmar ante el mundo y negar entre las rocas
en el último desierto entre las últimas rocas
azules el desierto en el jardín el jardín en el desierto
de la sequía, y escupir de la manzana la semilla seca?

Oh pueblo mío.

 

VI

Porque no espero retornar jamás
Porque no espero
Porque no espero retornar
A debatirme entre la ganancia y la pérdida
En este breve tránsito donde se cruzan sueños
El crepúsculo por el que cruzan sueños entre el momento de nacer y el de morir
(Padre, bendíceme) aunque no quiero desear estas cosas,
Desde el gran ventanal hasta la costa de granito
Las velas blancas siguen volando rumbo al mar, volando al mar
Velas intactas

Y el corazón perdido se endurece y se alegra
Por la lila perdida y por las voces que el mar perdió
Y el espíritu débil se apura en rebelarse
Por el cetro de oro torcido y el aroma que el mar perdió
Se apura en recobrar el grito de la codorniz y el del chorlito que vuela en círculos
Y el ojo ciego crea las formas en las puertas de marfil
Y renueva el olor el gusto de salitre de la tierra arenosa.

Es el momento de tensión entre morir y el nacimiento
El lugar solitario donde tres sueños cruzan
Entre rocas azules
Pero cuando las voces arrancadas al tejo comiencen a perderse
Que se agite en respuesta el otro tejo

Bendita hermana, santa madre, espíritu del jardín y la fuente,
No permitas que el uno al otro nos burlemos mediante falsedades
Enséñanos a preocuparnos y a no preocuparnos
Enséñanos a quedarnos sentados quietos
Incluso entre estas rocas,
Con nuestra paz entre Su voluntad,
Hermana, madre
Y espíritu del río, espíritu del mar,
No permitas que me aparte

Y llegue a Ti mi clamor.

 

Los elegí porque son poemas bellos, en forma y referencia. Y porque nos recuerdan eso tan cuaresmal que deberíamos recordar en esta cuarentena: que, también, los poetas somos polvo y al polvo volveremos.

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