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La venganza de Casandra

Casandra dijo: “Más no moriré sin venganza de los Dioses. Otro vendrá, que tome en sus manos nuestra venganza… (…) Desterrado está y vagabundo lejos de esta tierra, pero ha de volver para agregar el crimen último a todos los de su estirpe. Los dioses han hecho juramento solemne de que le traerían al caer su padre que yace degollado. (…) Iré, sufriré también mi destino. He aquí la puerta del Hades ¡Mátenme de un solo golpe! ¡Corra mi sangre toda, y sin convulsión, cierre yo tranquilamente mis ojos!” (Agamenón, de Esquilo).

Cassie o Casandra (interpretado magníficamente por Carey Mulligan) es el personaje central de Promising Young Woman. Ella no difiere de mí, ni de otras, a ella le tocó de muy cerca una situación de abuso sexual que -como a todas- marcaron material y simbólicamente su vida. Al igual que Casandra, de la mitología griega, ella sabe lo que va a suceder y actúa de acuerdo a sus predicciones. Obsesivamente, teje un plan, arma su red, que es una red que habla y hace, por ella y por otras.

Nuestra protagonista es una chica hegemónica, joven que ha dejado sus estudios universitarios de medicina, porque abusaron a su mejor amiga. Una amiga que ya no está, como tantas, y esa ausencia la potencia, la enciende a perpetuar su particular venganza: una performance, una puesta en escena de una chica vulnerable, borracha o drogada a punto del desmayo, fuera de sí, que se multiplica, camuflada en distintos vestuarios, por diversos bares de Inglaterra. Esos son los personajes de Casandra, ella actúa mujeres superficialmente débiles que sirven como carnada de hombres héteros, cis, blancos, de clase media alta, superficialmente decentes, pero capaces de todo.

A medida que corre la cinta, los primeros minutos apuntan a un thriller con asaltos de comedia. No sabemos qué hace Casandra con estos hombres, sin embargo, pronto nos damos cuenta de que se trata de devolver momentos de humillación a un puñado de muchachos que están acostumbrados a violentar mujeres.

“El miedo de las mujeres a la violencia de los hombres y el miedo de los hombres a las mujeres sin miedo”. (Eduardo Galeano)

El film se destaca porque no basa su narrativa, sólo, en torno a la venganza o ese discurso simplista del feminismo revanchista, sino que, además, presenta, como en un manifiesto, la visibilización en perspectiva de las historias de micro machismos, de costumbres y hábitos patriarcales que se repiten como un ritual, rituales de los cuales estamos acostumbradxs y que no se encuentran lejos, aunque, parezca exagerado de -en su devenir- convertirse en un femicidio.

Por otro lado, lo que queda claro es la imposibilidad de hablar de la feminidad sin hablar de la violencia, de contar historias de mujeres o cuerpxs feminizados (mujeres, transexuales, homosexuales) sin la aparición ritualizada de gestos agresivos. De un lado, el odio y la incomprensión, del otro, una masa enorme de órganos, piel, sangre, huesos, almas que vivimos pensando, sabiendo y prediciendo –como Casandra- que la próxima puedo ser yo.

Por eso, pese a que la película es una ficción y la idea de la dulce venganza aparece como una hipérbole, no deja de ser una excusa para pensar en la irresponsabilidad del Estado y los mecanismos de organización social que no nos cuidan, en la justicia patriarcal asociada a las instituciones que violentan, día a día, nuestras libertades, que ignoran nuestras reiteradas denuncias, nuestros límites, nuestros no. Y cómo ser parte de la exigencia de derechos sigue siendo un riesgo.

Que tengas miedo, que sientas en el cuerpo, en la piel y en la sangre el frío estremecedor del momento final, de la anulación del deseo, de la supresión de la libertad, del goce, de la vida… ¿Tan difícil es comprender la sílaba NO? En realidad, no se trata de comprensión, se trata de la acción.

La venganza poética, filosófica, reflexiva. Allí, radica la diferencia. Ellos nos matan, nosotras queremos que exista un cambio. Somos una comunidad, estamos entrelazadas, sabemos todo, discutimos, militamos, leemos, nos instruimos y nos aplicamos a un movimiento social, político y cultural que está haciendo temblar el mundo. El miedo forma parte de nuestra vida, nos fragiliza, sí, pero, también, nos hace más desobedientes al orden patriarcal proporcionándonos más ganas de luchar.

Otra característica destacable en la película es su no protección moral. Nunca quiere quedar bien con nadie o ser políticamente correcta. Desde su estética posmoderna pop, estallan de colores los riesgos tomados en la dirección de actuación que, por momentos -como dije anteriormente- se lanza a la comedia en situaciones macabras o violentas. Pienso que esto se trata, justamente, porque, la directora es una mujer, un cuerpo feminizado que sabe de lo que habla y que, también, sabe, exactamente, lo que quiere contar. No es menor este detalle que creo potencia y provoca a escritoras, guionistas, directoras e intérpretes a contar nuestros propios conflictos.

Además, se agradece la intensión y arrojo por exaltar la feminidad no complaciente, esa que es pasiva, la cuidadora, sino, todo lo contrario, toma como bandera a la zorra, a la puta, como diría Itziar Ziga (activista feminista y periodista), a las perras malas. “Una feminidad extrema, radical, subversiva, espectacular, insurgente, explosiva, paródica, sucia, nunca impecable, feminista, política, precaria, combativa, incómoda, cabreada, despeinada, de rimel corrido, bastarda, desfasada, perdida, prestada, robada, extraviada, excesiva, exaltada, borde, canalla, viciosa, barriobajera, impostora”.

Promising Young Woman puede verse por la plataforma stremio.


Frida Jazmín Vigliecca es actriz, directora, docente y licenciada en Actuación (Universidad Nacional de las Artes).

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