“La vida era muy peligrosa, pero nos parecía un horizonte manejable.
En los mapas del Renacimiento donde no se sabía qué poner se escribía ‘allá Monstruos’.
Y eso era muy lejos.
La casa era la pausa.”
(Marco Antonio de la Parra, Crear o caer. Dramaturgo, director y psicoanalista chileno)
A Carolina Tejeda e Ignacio Rodríguez de Anca los une la vida de las artes, la vida amorosa y familiar y eso se percibe. Se toman la pausa en su hogar, al sur del conurbano. Se zambullen en ella, desaceleran el lenguaje. Y la mirada, a quienes espectamos, es frontal. Sólo el velo de las diapositivas, en sus rostros, nos adentran a sus otros tiempos y ensayos poéticos.
El viernes 11, se estrenó Marítimo, la segunda obra corta de un conjunto de obras que integran Frontera, un nuevo proyecto del grupo Boca de gallo (Tejeda-Rodríguez de Anca), quienes se proponen poetizar el concepto frontera, a través del cruce de lenguajes con el que vienen trabajando.
Había podido disfrutar, de manera presencial, En estado de viaje (2015), que, también, realizó funciones en Francia. En esa instancia, Rodríguez Anca oficiaba de actor asistente de escena, con sus proyecciones artesanales manipulaba e intervenía con luz e imágenes a ella, a sus relatos, a su espacio y a sus cajas, que albergaban viajes.
Como en Viento, primera etapa de este proyecto y protagonizado por Carolina, la indagación grupal avanza desde lo actoral, fotográfico, lumínico, objetual, sonoro, con proyecciones analógicas y, dada la circunstancia, suman la virtualidad y el lenguaje digital.
El ciclo Frontera está ideado y realizado durante el aislamiento obligatorio en Buenos Aires, Argentina. Este hito, nos equipara como artistas en nuestras búsquedas y, para ello, vuelvo a las lecturas que me acompañaron este año. Para Gastón Bachelard, la frontera delimita el conocimiento y determina géneros específicos del saber. Rechaza la idea de frontera absoluta, porque considera que fijar una frontera es, al mismo tiempo, traspasarla. Así, la frontera representa un corte, sin embargo, un corte que está destinado a ser suprimido.
Boca de gallo traspasa estos límites, aventurando las búsquedas en la superposición de lenguajes sutiles, arrinconados y asilados, como sucede en nuestro estar en pandemia. Buscamos un lugar a resguardo y resignificamos nuestras propias casas. Tanto en Viento, como en Marítimo, ambos personajes refieren desde el mismo vértice de la habitación, transmutado por objetos que enuncian los espacios narrativos.
“El objeto se convertirá en instructor en tanto y en cuanto se deconstruyan algunas de las presignificaciones en las que subsistimos. El objeto designado es meramente ‘reconocido’ por las formas de lo ya sabido. El objeto instructor, en cambio, no aparece con la obviedad de lo cotidiano, sino como un problema. Esto posibilita la modificación o ampliación de nuestro conocimiento (…) cuando el obstáculo se convierte en problema se abre la posibilidad de encontrar una solución. Es decir, la posibilidad de que caigan algunos de los velos que entorpecen nuestro acercamiento gnoseológico para que el objeto se convierta en instructor, esto es, en un nuevo objeto de conocimiento. Se aprende luchando contra los conocimientos anteriores, destruyendo conocimientos adquiridos, para despejar así el camino a un nuevo proceso de significación” (Gastón Bachelard).
En Viento y Marítimo, los celulares están presentes como testigos y documentando. La cámara recorre los objetos y los integra a la amalgama de dispositivos y lenguajes (collage, pintura, objetos de la naturaleza, fotos, pequeños mobiliarios, proyecciones, retroproyecciones, etc.) Ella y él, en sus versiones títeres, contienen la simpleza única para acompañar a ella y él personas, desde sus construcciones en trapo y en papel de envase de cigarrillo. Como quien deja pasar el tiempo, mientras modela, entre las manos, una figurilla de papel plateado y, sin saberlo, nos revela su historia repentina.
En Marítimo, protagonizado por Nacho (Rodríguez de Anca), la secuencia de las diapositivas andando me llevaron a los inviernos de frío, cuando poníamos el proyector y veíamos, en familia, la secuencia del verano para sentir ese calor.
La calidad del sonido se agradece y se infiere el cuidado desde su concepción. Nacho es actor de doblaje y ha puesto una especial atención a esos trazos, como, también, se intuye la mirada de dirección de Carolina, quien se despoja de artificios y confía en la acción dramática.
En este sentido, las proyecciones artesanales, sumadas a la manipulación e intervención con luz e imágenes, nos acerca a micro mundos imaginados exquisitamente y amplía un campo expresivo, que convierte a estas dos pequeñas obras en un evento teatral que, sin dudas, cala huella en este escenario virtual pandémico.
Frontera I: Viento – Frontera II: Marítimo
Proyecto del Grupo Boca de gallo. Este evento cuenta con el apoyo del Instituto Nacional del Teatro. Subtítulos disponibles en francés e inglés.
Este proyecto ha recibido el premio del Concurso Nacional de Actividades Performáticas en Entornos Virtuales del Instituto Nacional del Teatro, 2020.
Si quieren colaborar con el Proyecto, pueden hacerlo en: http://publico.alternativateatral.com/localidades.asp?id=73500
Claudia Quiroga es autora, directora, actriz, docente, fotógrafa y artivista. Co Fundadora de la Asociación Civil MAT – Mujeres de Artes Tomar y de la Cía. Teatral Las Chicas de Blanco. Integrante Asociada y docente en el CELCIT. Directora de SHUNYA-Desarrolladora de Experiencias Culturales. Profesora Nacional Superior de Expresión Corporal, Equivalencia Universitaria IUNA. Actriz egresada de la EMAD. Coordinadora Grupal, Cuerpo-Grupo-Psicodrama, Instituto de la Máscara. Diplomatura en Géneros, Políticas y Participación UNGS. Coach Artes. Cursa Diplomatura de Dramaturgia, Facultad de Filosofía y Letras (UBA). Autora del libro Rosa del desierto. Teatro Urgente. Dramaturgias y género, Funda/mental Ediciones.