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El movimiento feminista impacta en la música nacional

Aplausos. Y muchos, se escuchan luego de que Edmundo Rivero terminara de cantar, en el Viejo Almacén, el tango Amablemente, con letra de Arturo Martini.

La encontró en el bulín y en otros brazos…
Sin embargo, canchero y sin cabrearse,
le dijo al gavilán: «Puede rajarse;
el hombre no es culpable en estos casos.»
Y al encontrarse solo con la mina,
pidió las zapatillas y ya listo,
le dijo cual si nada hubiera visto:
«Cebame un par de mates, Catalina.»
La mina, jaboneada, le hizo caso
y el varón, saboreándose un buen faso,
la siguió chamuyando de pavadas…
Y luego, besuqueándole la frente,
con gran tranquilidad, amablemente,
le fajó treinta y cuatro puñaladas.

Quien quiera puede escucharlo en Youtube (https://www.youtube.com/watch?v=QJG_LkQJSYs), sentir la incomodidad y hacer carne aquello de los anacronismos culturales y los consumos de época. De este tango impiadoso con la pobre Catalina nació el nombre de una de las formaciones más trascendentes del llamado nuevo tango, a fines de los 90: 34 Puñaladas. El quinteto, integrado por Maximiliano Cortéz (guitarra), Edgardo González (guitarra), Juan Lorenzo (guitarra), Lucas Ferrara (guitarrón) y Alejandro Guyot (voz), que hace unos días, a principios de junio, comunicó que cambiaba su nombre por Bombay Bs.As, título de uno de sus discos.
En el marco de las conquistas del movimiento feminista, el gesto ,sí, el gesto político del quinteto no sólo es destacable como tal, sino, que nos invita a la reflexión sobre las relaciones de la música y los marcos normativos patriarcales.
Mientras, desde los oxidados almuerzos televisivos, Mirtha Legrand pide un aplauso para la familia de músicos folklóricos de un violador de menores, los ex 34 Puñaladas anunciaban, a través de un escueto comunicado, su decisión: “Amigxs, queremos comunicarles que hemos decidido cambiar el nombre de nuestro grupo. (…) Los cambios sociales y culturales impulsados por la lucha del movimiento feminista nos interpelan, nos proponen una revisión sobre ciertos íconos, temáticas y modos de uso del lenguaje que se extiende, no sólo al tango, sino, a todas las prácticas artísticas, discursivas y, desde luego, también, a la vida cotidiana”.
Como contrapartida, resuenan los comentarios del productor José Palazzo, cuando escupió que: «No hay suficientes mujeres con talento a la altura del Cosquín Rock». Destacable es el logro de la media sanción en el Senado, de la Ley que incorpora un cupo femenino del 30% en los eventos musicales del país. Proyecto presentado por la senadora Anabel Fernández Sagasti (FPV) y resultado de un fuerte reclamo de más de 700 artistas de todo el país, integradas en el colectivo X Más Músicas Mujeres en Vivo.
Que las mujeres, hoy, marcan el camino de luchas postergadas, es casi una obviedad. Y que el movimiento feminista es una ola (de color verde y violeta) que dinamiza, de forma disruptiva, las capas de la sociedad y nuestra cultura es una realidad innegable.
La decisión de los ex-34 Puñaladas nos interpela a los varones de una manera aguda, sobre todo, a los que nos encuadramos en ciertos progresismos y luchamos, codo a codo, con nuestras estructuras para incorporar cierta perspectiva de género, deconstruyéndonos en torpes: “todos, todas, todes”.
Los hoy Bombay Bs.As. no son una conclusión espontánea, una improvisación, son el resultado de un recorrido comprometido con ciertas militancias. La modificación identitaria es el fin de un proceso. Por ejemplo, son los mismos que cedieron hace unos 5 años –a quien firma esta nota– su tema Vírgenes rotas, cantado por Victoria Di Raimondo, para el disco Se trata de Nosotras, producido por el Comité Ejecutivo para la Lucha contra la Trata de Personas y el Centro Cultural de la Cooperación. Un compilado que, salvo por los 34, estuvo íntegramente compuesto por mujeres.


«Vírgenes rotas, muñecas esclavas, garpando la cuota de su soledad. / Un Dios Cafisho les tiende una mano / Y con ella esta trampa de un brillo mortal…», dice el tango que propusieron, como herramienta de concientización.
Recuerdo que, durante la campaña de prensa del disco, que fue tapa del Suplemento Cultura de Página 12 (nota de Sergio Sánchez), el cantante Alejandro Guyot, a la hora de la foto, dejó paso a las mujeres. También, estaba el guitarrista Edgardo González (el hombre de Ramallo que, con Gabo Ferro, rescató las voces de mujeres cancionistas del 20 y 30 en el espectáculo Loca). Los hombres presentes le escapamos al flash, creo que percibimos cierta ajenidad. La foto de Sandra Cartasso muestra a Alika, Analía Pietro, Soema Montenegro y Carolina Pacheco, combativas y convencidas. Me permití la autoreferencia y el uso de la primera persona, porque, ejemplifica un momento de esos en el que ser hombre es una incomodidad y está bien que así sea. Desde ya, que sobra el talento de mujeres en todos los géneros musicales. El exabrupto de Palazzo no merece ni dos líneas. Es tan verdad como que la violencia machista está instalada en nuestra sociedad. Pero, ¿qué hacer, cómo varones, en este aluvión colectivo de dignidad de género? Nada. Simple. Posiblemente, acompañar –valga la redundancia- a nuestras compañeras, madres e hijas. Sobreactuar, también, puede ser tropezar en una trampa. Convengamos que el sistema hará lo de siempre y se apropiará de los slogans, de la capa superficial del reclamo y emitirá programas de TV, documentales por Netflix, tapas de revistas, canciones pop y todo lo que permita convertir las necesidades y derechos en mercancía.
Pero, como en el mar, ante una ola de potencia incalculable, no hay que aferrarse a nada, salvo que flote. Habrá que desprenderse de añejas y queridas estructuras, como la clase, el territorio, el lenguaje, el género, etc. Varón, hay que esperar.
Y vuelvo al disparador de esta reflexión, un grupo de hombres, luego de 21 años de carrera, deciden cambiar su nombre, su marca identitaria, interpelándonos en aquello que nos constituye: el lenguaje. Y, hoy, que se llaman Bombay Bs.As., paradojas del sentido y del lenguaje, no puedo dejar de pensar en las 34 puñaladas en la pobre Catalina.


Mariano Ugarte es periodista y coordinador del Área de Música del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini.

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