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Arte y compromiso político

Dibujo de Rubén Borré.

«…para quienes vemos en la literatura un instrumento de

la liberación nacional y no una vanidad personal…»

Juan José Hernández Arregui, Imperialismo y cultura

 

En esta sucinta reflexión que realizaré acerca de la importancia que tuvo y tiene la literatura política en la Argentina, dejaré de lado la etapa de la colonia española y la anterior a la llegada y dominación de los pueblos originarios por los invasores españoles a nuestra América. Daré principal importancia a aquellos textos y a aquellas personas que tuvieron un rol esencial en la creación de una estética y un pensamiento nacional y latinoamericano y cuya acción literaria buscó tener una función social y política, más allá de los contextos adversos en los cuales desarrolló su trabajo cultural.

Para empezar, debo afirmar que la literatura tiene diversas funciones dentro de una sociedad. La función estética o poético-literaria, que no es la menor por supuesto, es sólo una parte. Existen otras funciones que se han desarrollado en la historia de acuerdo a los diversos contextos culturales que tuvieron lugar en las sociedades humanas. Hay una función social, colectiva, comunitaria de la literatura, que se remonta a épocas inmemoriales de la humanidad, y que ha desarrollado textos que viven en el acontecer cotidiano de las sociedades: canciones de cuna, rogativas y súplicas a las divinidades, rondas infantiles, cantos festivos o de protesta social, representaciones de escenas trascendentes para una sociedad, etc. Esta función social de la literatura produce identidad dentro de una sociedad y ayuda a crear la unidad necesaria para que dicha sociedad sobreviva frente a los intentos de otras sociedades o grupos de poder imperialistas que buscan someterla. Aparece, entonces, la función política de la literatura, que forma “trincheras de ideas”, como decía José Martí, contra el ataque de grupos de poder concentrado, es decir, corporaciones, que buscan someter a las sociedades y dominarlas en pos de su beneficio personal y en desmedro del beneficio colectivo, creando esclavización, explotación, desocupación, inflación, etc. en estos pueblos debilitados.

Desde hace ya unas cuantas décadas y todavía en la actualidad, la cultura capitalista neoliberal, utilizando el nada inofensivo término globalización, intenta arrasar y destruir a las otras culturas del mundo que luchan contra ella para sobrevivir. Para lograr ese deletéreo objetivo ha creado y difundido mundialmente a la sociedad del espectáculo, a la sociedad de consumo y al falso mito del crecimiento económico con libre mercado produciendo una industria cultural que va en contra de los intereses de liberación política, social y económica de las naciones de nuestra América, y no sólo de ellas, y que, en vez de buscar fomentar en sus productos culturales el pensamiento crítico sobre la realidad para poder cambiarla en beneficio del bien colectivo, sólo desea difundir sus ocultos y mezquinos intereses personales. Lanzando su basura cultural en las mentes de nuestra sociedad con una impunidad que intentan invisibilizar, a través de sus nefastos grandes medios de “incomunicación”, que forman corporaciones mediáticas con un gran poder de creación de opinión pública y manipulación mental en aquella capa de la sociedad que aún no posee los elementos culturales precisos para contrarrestarla. Esto da lugar, muchas veces, a que personajes indeseables ocupen altos cargos de poder político produciendo políticas corporativas neoliberales y en detrimento del beneficio colectivo. Asimismo, los abanderados del capitalismo neoliberal buscan que la literatura sea considerada, solamente, un entretenimiento trivial más junto al resto de las basuras culturales que produce su industria cultural idiotizante y que exporta, con una potencia increíble, a cada rincón del mundo para aniquilar las culturas nacionales, vernáculas, propias de cada país y, de este modo, evitar la total liberación cultural, política y económica de las diversas sociedades que conforman nuestra América.

El economista ecuatoriano Pablo Dávalos dice, al referirse a la historia y la cultura propias de cada pueblo en relación a la teoría del crecimiento económico del capitalismo neoliberal de libre mercado, que “El desarrollo y el crecimiento económico vacían de contenidos a esas historias y culturas y las llenan con aquellos que se consideran válidos desde la lógica de la rentabilidad, el cortoplacismo, el egoísmo y el cálculo estratégico (…) Para el crecimiento económico, las costumbres tradicionales de los pueblos y sus culturas son obstáculos que hay que superar eliminándolos por medio de estrategias de modernización”. La colonización cultural sobre los otros pueblos, llevada a cabo por el capitalismo neoliberal, tiene como objetivo lograr sus propios intereses económicos ligados a la acumulación de capital de las grandes corporaciones multinacionales. Por todo esto, es tan importante la puesta en práctica de conceptos como el de Estado plurinacional, creado por los pueblos originarios de Bolivia, Perú y Ecuador y proclamado como política de Estado por Evo Morales como alternativa a la cultura del sistema capitalista neoliberal y su falso crecimiento económico.

Ilustración de Eugenia Bekeris.

Pasando ahora al terreno de la función social y política de la literatura como formadora de identidad en los pueblos, haré una breve reseña de algunos textos y autores que representan dicha tendencia en nuestro país. Dentro de la infinita cantidad de textos que forman los cancioneros populares argentinos, que viven en la tradición oral y fueron recopilados por autores como Juan Alfonso Carrizo, Orestes Di Lullo, Ventura Lynch, Leda Valladares, etc., ya encontramos textos políticos de protesta ante el abuso de los terratenientes, empresarios y políticos cómplices:

 

El pobre quiere y no puede

gozar de su libertad,

que lo entierren no precisa,

ya enterrado en vida está.

 

Siempre andan aconsejando

que me aguante la pobreza:

al que no carga la carga

le parece que no pesa.

 

En la denominada poesía gauchesca, que se basa en los textos orales producidos por los mismos gauchos, pero cuyas obras escritas fueron creadas por autores cultos y urbanos la política ocupa un lugar central. Teniendo como antecesor a los cielitos patrióticos de Bartolomé Hidalgo que, apoyando a Artigas, cantaban la liberación y unidad de los pueblos de nuestra Patria grande latinoamericana:

 

Cielito, cielo cantemos,

cielito de la unidad,

unidos seremos libres,

sin unión no hay libertad.

Todo fiel Americano

hace a la Patria traición

si fomenta la discordia

y no propende a la Unión.

 

Aparece uno de los más grandes poetas políticos de la Argentina: José Hernández. Cuya función social de su Martín Fierro no ha podido ser silenciada del todo por el destructivo accionar de la cultura capitalista neoliberal en nuestra sociedad. Hernández es uno de esos argentinos que supieron unir su trabajo artístico con su compromiso político, utilizando la palabra, como periodista, y en la acción directa. Respaldó a Urquiza contra Mitre, peleó en Cepeda y Pavón, fue uno de los intelectuales partidarios del gobierno de la Confederación en Paraná frente a Buenos Aires, denunció el asesinato del Chacho Peñaloza y escribió una biografía del mismo (donde escribe: “Los salvajes unitarios están de fiesta. Celebran en estos momentos la muerte de uno de los caudillos más prestigiosos, más generosos y valientes que ha tenido la República Argentina”), se opuso a la guerra del Paraguay y, ante las claudicaciones de Urquiza, intervino en los levantamientos del líder federal de Entre Ríos, López Jordán, contra Sarmiento, exiliándose con el entrerriano en Rio Grande do Sul. Finalmente y al ver agotadas las posibilidades de oponerse al proyecto nacional de Buenos Aires, se sometió al sistema político implementado en 1880 por Roca. En su Martín Fierro, obra que ha querido ser apropiada desde las tendencias políticas más contrapuestas, el poeta levanta la voz del pueblo, aquella que había escuchado en boca de  los gauchos en las trincheras de Cepeda, Pavón y Ñaembé y en el exilio en Rio Grande do Sul, para denunciar la injusticia social ejercida contra las clases populares en la figura del gaucho y oponerse a la visión negativa que se quería crear del mismo en obras como el Facundo de Sarmiento. La situación social terrible a la que es arrojado Martín Fierro es el producto del abuso de los poderosos de Buenos Aires que lo llevan a la pobreza, la desocupación, el destierro y la delincuencia. Todo pierde el gaucho, familia, tierra y trabajo, bajo el poder de los políticos y terratenientes bonaerenses que sólo buscan sus intereses económicos personales y no los del colectivo social, que son los de la nación, y esconden su asociación y apoyo a los intereses de los empresarios extranjeros para mantener la colonización económica y política sobre nuestra sociedad; en vez de crear las condiciones necesarias para lograr la absoluta liberación basada en el trabajo, no en la explotación del pueblo, en la educación popular y la industrialización del país.

En los años veinte del siglo XX nace el grupo Boedo, cuyos escritores intentan crear una literatura revolucionaria en lo político, es decir, textos que empujen a la clase trabajadora a realizar la revolución socialista. Llevan a cabo un interesante movimiento cultural, con publicaciones como Los pensadores, pero que no logró calar hondo en el pueblo, aunque sirvió de antecedente a futuras tendencias literarias de corte político revolucionario. En esa época escribe y publica su obra uno de los más grandes narradores de la literatura argentina: Roberto Arlt. En sus textos, tanto novelas, cuentos como dramas, la expresión del dramatismo de un sector mayoritario de la sociedad vapuleada por minorías infames e injustas, es mostrado en una situación de desesperación e incapacidad que suelen resolverse en los pensamientos y proyectos más extravagantes e inverosímiles. Los artífices nacionales de la década infame, con su aniquilamiento de los proyectos políticos que intentan producir cambios en la terrible situación social de las clases populares argentinas, y que son apoyados y dirigidos por grupos económicos extranjeros que buscan sacar provecho de un pueblo desorganizado y dividido, explota en los personajes de Arlt, en sus mentes, en sus actos, en sus angustias y, también, en todo el opresivo paisaje urbano que los rodea, creando obras que expresan, sin concesiones, el dolor y la desesperación de seres humanos que no logran escapar a un destino de pobreza, humillación e injusticia social. En esa misma época empezaron a crear su obra dos poetas con un fuerte contenido político en sus textos: José Portogalo y Raúl González Tuñón.

Ilustración De Rubén Borré.

Quiero hacer mención, a continuación, de uno de los grandes poetas de nuestra cultura popular, quien nos ha dado algunas de las letras de zambas más profundas y bellas, el salteño Manuel J. Castilla. En su libro de poemas Copajira, que hace referencia a la enfermedad que adquirían  los mineros bolivianos al ser víctimas de uno de los sistemas de explotación más terribles del capitalismo, realiza un intenso ataque al costado más inhumano de dicho sistema político-económico, el cual produce el enriquecimiento de los empresarios de las grandes corporaciones multinacionales como usufructo de la salvaje explotación de los mineros latinoamericanos.

Otro de los grandes poetas nacionales que ha creado textos de un valor político inigualable y que, al mismo tiempo, nos ha brindado toda una poética del paisaje de una zona del litoral argentino con una profundidad y un dramatismo muy intenso, es el entrerriano Juan L. Ortiz. Basten citar como ejemplo algunas líneas de su poema El alba sube:

 

No, la muerte mágica de la música,

ni la turbadora sutileza,

mientras bajo la lluvia

hombres sin techo y sin pan

parados en los campos,

vacilan al entrar a la noche mojada!

 

En las décadas del 50, 60 y 70 han producido textos de un invalorable valor cultural y político un grupo de escritores de una gran calidad literaria y de un enorme compromiso y militancia política. Entre ellos sobresalen Rodolfo Walsh, Francisco “Paco” Urondo y Juan Gelman.

Es nuestra misión recuperar y revalorizar este inmejorable legado cultural y político, devolviéndole su injustamente postergado valor social, que intenta ser aniquilado por la cultura capitalista neoliberal producida por las grandes corporaciones multinacionales que buscan destruir la verdadera cultura y literatura de nuestros pueblos latinoamericanos e imponernos una basura cultural posmoderna, plastificada y alienante con el único objetivo de aniquilar nuestras identidades plurinacionales y colonizarnos económica, política, mental, culturalmente.


Santiago J. Alonso es artista plástico, escritor y periodista.

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