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¿Y a mí qué?

Frase que repetís como adormecido sin importarte lo que sucede a tu alrededor. Intento despertarte de esa pereza intelectual que te han impuesto, que te hace repetir como autómata un “es la grieta”. Te digo: ¿sabés qué?, eso que vos llamas grieta no es de ahora, viene desde el fondo de nuestra historia, es más, desde la fundación de estas tierras. Cuando los indios rodearon el fuerte y dejaron sin abastecimientos a los conquistadores. Porque, ya a esa altura y en ese entonces, se habían cansado de sus abusos y vejaciones.

Porque la lucha de clase se divide entre sometedores y sometidos. Porque ellos te dirán que vos podés solo, que con tu esfuerzo y sin el colectivo de tus iguales es posible. Pero, ¡es mentira! Entonces, me mirás con los ojos entrecerrados, como de carnero degollado y cara de nada, encogés los hombres hacia arriba, como hundiendo el cuello y tu barbilla en el pecho y me vas a decir: ¿y a mí qué? O la típica frase: Yo, Argentino… Y a esta altura no te la profundizo más, porque, seguro, me va a decir comunista. Y vas a repetir, una vez mas: ¿y a mí qué?

Entonces, pienso en tus ascendencias, en tus antepasados y busco entrarte por otro lado, diciendo: que en las calles hay cientos de colchones orinados de lluvia ¡Sí! Como oís, orinados de lluvia. Ahí, sí, a la vuelta de la esquina de tu casa. Donde duermen hermanos tuyos, que entierran sus brazos hasta los sobacos en contenedores de mugrienta basura para darle de comer a sus pibes. Y obtengo como respuesta: ¿y a mí qué?

Alardeás con un discurso falso de República, Democracia y Civismo, que ni vos mismo te creés. Sentís que esos negritos no se merecen tener un trabajo digno, jubilación o un plan en el mientras tanto. Tampoco escuelas, salud, cultura, ni una universidad. Y ni hablemos de morfar. Decís: yo trabajo todos los días, yo no le pido nada a nadie y no le debo nada a ningún político. Si hasta tuviste el tupé de sacar medio cuerpo por la ventanilla del auto que manejaba un amigo tuyo y, vociferando a los 4 vientos, gritaste como lobo hambriento: “cachaaaaaaa la palaaaaaaaaaaaa”, pero, siendo anónimo.

Elba Berón.

Acá lo mejor es: el no te metás, callate, estate chito, hacete el boludo, que se arreglen ellos, el individualismo y la meritocracia. Acá no labura el que no quiere. Expresión medio pelo argento resumida en el: ¿y a mí qué? Donde el yo se antepone al nosotros, esa otredad de la que tanto alardeamos y que poco se práctica ¿Y a mí qué?

Palabra que forma parte del vocabulario de aquellos negadores del golpe cívico militar del 55, que quisieron embellecerlo llamándolo “revolución libertadora” y que no fue otra cosa que fusiladora. Los  mismos que miraron para otro lado cuando hubo elecciones con partidos proscriptos. O que, en cada golpe de estado, se hicieron los otarios y dijeron: ¿y a mí qué?

Aquellos que, refiriéndose a los 30 mil desaparecidos, dijeron: “algo habrán hecho”. Pero, en mi afán de despertar tu humanidad, te hablo de Chile, de los 200 ciudadanos que perdieron la vista parcial o totalmente. Del Golpe de Estado en Bolivia y de las matanzas. Intento que te des cuenta de que Haití está en graves problemas, que la gente se muere como moscas, de Colombia, Ecuador. Y me decís: ¿y a mí qué? Entonces, sin más, pienso: o que sos o que te conviene hacerte el boludo.

¿Y a mí qué?, frase que reflejó muy bien Cátulo Castillo, hombre de nuestra cultura nacional y popular. Conocedor de la calle que la tomó, a esa pequeñísima frase: ¡y a mí qué! Y la transformó en letra, en tango, en esa historia que se cuenta y se canta en tres minutos. Ovidio Cátulo Castillo nació el 6 de Agosto de 1906 en Buenos Aires. Hijo de José González Castillo. Fue autor, entre otros, de los famosos tangos: Organito de la tarde, El aguacero, Tinta Roja, Caserón de tejas y María. En el año 1955, el Golpe de Estado, la auto determinada revolución libertadora, asumió el poder con sed de venganza para quitar libertades y derechos al pueblo. Lo primero que hicieron, más allá de masacrar trabajadores, fue acallar la voz de los artistas de un país libre, soberano e independiente. Así es que Cátulo es despojado de todo lo que consiguió a fuerza de respeto y trabajo.

Cátulo Castillo.

A tal punto fue lo que mencionamos, que le quitaron las cátedras y dirección del Conservatorio Nacional de Música. Pero, no conformes, lo expulsaron como presidente de SADAIC y, además, le negaron sus derechos de autor y prohibieron la emisión de sus tangos por la radio. En las palabras de su esposa: “lo echaron de todas partes, quedando como camino el vender todo y recluirse en algún punto donde la palabra, la verdad y la honestidad sea el camino para vivir y evolucionar libremente”.

En 1960, con una semidemocracia, vuelve a plena actividad, componiendo, escribiendo guiones radiales y trabajando, nuevamente, en SADAIC. Es en ese período que publica la novela Amalio Reyes, un hombre, la cual fue llevada al cine por Hugo del Carril. Cátulo, también, se desempeñó como periodista, trabajando en diarios como El Líder, El Nacional y Última Hora.

Una apostilla peronista: entre 1945 y 1955, Juan Domingo Perón, estimuló a los músicos argentinos con la nueva ley de difusión, que establecía que el 50% de la música, que se difundía en las radios o se interpretaba en confiterías o bailes, debía ser música nacional. Además, la ley exigía la participación de números en vivo en los intervalos de las funciones cinematográficas, conocidos como números en vivo.

El tango ¿Y a mí qué?, de Anibal Troilo y Cátulo Castillo, fue estrenado en 1960 por Elba Berón, en la obra Caramelos Surtidos de Enrique Santos Discépolo, con puesta en escena del mismo Cátulo Castillo.

¿Y a mí qué? (tango de Anibal Troilo y Cátulo Castillo)

 

Si el mundo revirao

-golpeándote-

te tira pa’ un costao

de la pared…

 

Si el vento es un suspiro

y el día tres

ya se piantó de yiro

y queda el mes…

 

Si al fuego de la fragua

todo fue,

y el jugo de paragua

hoy es café…

 

Servime de testigo:

¡tené fé!…

gritá, gritá conmigo,

viejo ¿y a mí, qué…?

Y pensar que allá en la rama

con mano mansa

me criaste, mama…

¡Pobre mama..! En la balanza

fui, justo, un drama

pa’ tu esperanza…

¡Un fracasao…!

¡El careta…!

¡La perdición…!

 

El que apostó en la mosqueta

su corazón…

 

Pero ya ves, sos mi Dios.

Juntito a vos, yo no sé

más que gritar: «¿Y a mí qué?»

 

Si todo ya está usao:

la yerba, el té…

y el dato que todo han dao

de mala fe…

 

Si aquella pobre grela

no da más

y hoy banca su quiniela

el Juez de Paz…

 

Si el Santo de la historia

es un ladrón

y alterna el Zanagoria

con Napoleón.

 

No se te importa un higo

– Daguelé-  (dale che)

Gritá conmigo:

Mama… ¿A mí qué?

 

 

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