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Voto Feminista: breve relato de un compromiso por el cambio social

En tiempos de elecciones y crisis regional del modelo económico, recordar a las Mujeres que mediante la lucha por el Voto Femenino, en diversas latitudes, rodearon al debate sufragista con el amplio abanico de derechos que –hasta hoy– continúan en reclamo, resulta central para nuestras conciencias políticas. Si entendemos que se ha de elegir el destino próximo de la conducción de nuestros Estados, sería importante que estuviera presente la noción de Democracia Feminista, construida a lo largo de la historia del movimiento político. Aquel que, desde el siglo XIX – al menos-,  combate contra la idea de que la representatividad de las mujeres, en toda su complejidad social, cultural y económica, sea objeto de negociación, o bien, sea difuminada y/o postergada por los intereses de los colores políticos en disputa[1] antes, durante o posterior a los procesos electorales, ya en el ejercicio de los Gobiernos. Sin la discusión sobre la desigualdad estructural que afecta a las mujeres en la sociedad, la estrategia con acciones proclives a resolver la gama de injusticias resulta insuficiente.

Las pioneras del movimiento sufragista europeo: Victorie Daubié y Harriet Taylor, por nombrar algunas, argumentaban la idea, tan beligerante -en aquel entonces-, de que es imposible cambiar la situación de las mujeres si no se comienza por la igualdad legal. Pero, no sin antes hablar de la igualdad y la libertad en un sentido amplio de la base formal exigida: en términos de educación, empleo, salario, libertad de pensamiento y de decisión sobre la propia vida[2]. Asimismo, las norteamericanas Elizabeth Cady Stanton y Lucretia Mott, quienes redactaron el documento descrito como fundacional del sufragismo, La Declaración de Seneca Falls, en 1848, fueron parte del movimiento abolicionista de la esclavitud, situándose en la comprensión de que gran parte de la población había sido segregada de los principios de Libertad e Igualdad, declamados como universales.

Es importante decir que, pese a las contradicciones socio-políticas del siglo XIX y primeras décadas del XX entre liberalismo y socialismo, un consenso había logrado asomarse entre las mujeres del movimiento sufragista burgués y los movimientos de mujeres obreras: la participación en el espacio público. Emmeline Pankhurst (Gran Bretaña) vio la necesidad, desde la Unión Social y Política de las Mujeres, de que las obreras eligieran ser parte de la lucha por el sufragio[3]. Sin embargo, Sylvia Pankhurst enfrentaría las ideas de su madre Emmeline, al criticar las condiciones socio-económicas de explotación en las cuales se podría obtener el derecho al voto. El debate feminista por la igualdad social estuvo profundamente anclado en la responsabilidad del momento histórico.

 

Alicia Moreau de Justo.

 

Por ello, no se puede dejar de lado a la lucha de las sufragistas norteamericanas del Partido Nacional de las Mujeres, con Alice Paul a la cabeza. Quienes, muy a pesar de la Primera Guerra Mundial, como causa que aglomeró el interés de la opinión pública nacional e internacional, lograron la Decimonovena Enmienda a la Constitución, que establece que, ni los estados ni el gobierno federal, pueden negar, por razones de sexo, el derecho al voto.

Este consenso, bisagra de las luchas feministas de Europa y Estados Unidos, se encuentra, con mayor claridad, aunque con disidencias, en la participación de las mujeres latinoamericanas por la consecución del voto, comprometidas con demandas de tipo social a la par de los reclamos por los derechos políticos. Como ejemplo, puede verse a Ernestina A. López, compañera de Julieta Lanteri, entre otras, en su Discurso inaugural del Primer Congreso Femenino Internacional de la República Argentina, del 18 de mayo de 1910: se propone exponer los intereses de la humanidad por boca de las mujeres. Congreso que se había planteado la modificación de prejuicios e impulsar las iniciativas para mejorar la situación social de las mujeres, a través del pensamiento y la labor, para poner de manifiesto las diversas fases de la actividad femenina [4].

No obstante la idea primigenia e iluminista del socialismo, de capacitar a las mujeres antes de obtener el derecho al voto, Alicia Moreau de Justo (socialista y feminista), por último convencida de la necesidad de la ciudadanía para las mujeres, creó la Unión Feminista Nacional, con objeto de promover la demanda de la modificación del código civil para liberar a las esposas de la tutela de sus maridos, así como exigir la sanción del sufragio femenino[5]. Todo ello, hasta que aquel gran reclamo, halla su base popular en la voz de Eva Duarte, en 1947.

En estos momentos, el consenso que se asoma es la agenda feminista que lucha por una vida libre de violencia de género y el femicidio, por los derechos sexuales y reproductivos, la plena participación en las decisiones de los procesos político–sociales y económicos, entre otros tantos objetivos. Pues, si se ha de elegir el destino próximo de la conducción de nuestros Estados, “la concepción del Estado en la Democracia Feminista es amplia, porque, entiende que la política condiciona la vida de los sujetos[6]; y, en tal sentido, dicha agenda actual no puede ser postergada ni difuminada, porque, responde a una lógica emancipatoria en pos de un cambio social. Nos trae aquel 1910 del Congreso en Argentina, en su punto número 1 de Establecer lazos de unión entre todas las mujeres del mundo. Hoy diríamos, establecer lazos plurinacionales entre todas las mujeres del mundo: los intereses de la humanidad por boca de las mujeres.


[1] Miyares, Alicia, Democracia Feminista. Feminismos, Cátedra, Madrid, 2003, P. 182.

[2] Carrasco, Cristina (2006), Economia Feminista: Una apuesta por otra Economía, en María Jesús Vara (ed), Estudios sobre género y economía, Akal, Madrid. P 6. http://www.derechoshumanos.unlp.edu.ar/assets/files/documentos/la-economia-feminista-una-apuesta-por-otra-economia.pdf recuperado: 26/10/2019.

[3] Adickes, Sandra (2002), Sisters, not demons: the influence of british suffragists

on the American suffrage movement, Women’s History Review, 11:4, 676 – 685 https://www.tandfonline.com/doi/abs/10.1080/09612020200200336 recuperado: 25/10/2019.

[4] Puede verse en: Carosio, Alba (2016), Surgimiento de las ideas y prácticas feministas en América Latina y el Caribe. En Revista Venezolana de Estudios de la Mujer. Enero/Junio 2016 Volumen 21/ N° 46. Caracas. CEM UCV. Pp 28-30.  https://albacarosio.files.wordpress.com/2018/04/12-1-surgimiento-de-las-ideas-y-pracc81cticas-feministas-en-amecc81rica-latina-y-el-caribe.pdf recuperado: 26/10/2019

[5] Barrancos, Dora (2016) , Sociedad y Género, Debates sobre el Sufragio Femenino en la Argentina

(1870-1920). P. 310 .

http://www.debatefeminista.cieg.unam.mx/wp-content/uploads/2016/03/articulos/029_19.pdf recuperado: 26/10/2019.

[6] Miyares, Alicia, Democracia Feminista, Ibid.

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