Cultura y espectáculos

Teatro comunitario

Reflexión sobre nuestro accionar

En esta nota no quisiera hablar sobre la historia del teatro comunitario en la Argentina, ni de la calidad de sus espectáculos, ni el nivel de desarrollo alcanzado, solamente, decir que, en este momento, hay más de sesenta grupos de teatro comunitario en el país y que, a semejanza nuestra, se han formado grupos en Italia, España, Portugal, Colombia y Uruguay.

Me gustaría, sí, compartir un escrito reflexivo sobre el teatro comunitario, donde se marcan los ejes de nuestro accionar y la  manera de abordar esta ceremonia humana milenaria que llamamos teatro.

Los más de treinta años de desarrollo del teatro comunitario en la Argentina, nos permite conceptualizar y sintetizar en esta conceptualización el eje de nuestro hacer, no sólo visualizar el cómo y el qué, sino, poniendo el acento en el para qué de nuestro hacer.

Hablamos de un teatro de vecinos para vecinos, o sea, estamos hablando de un territorio determinado que contiene el concepto de vecindad, del cercano, del que habita en proximidad, es decir, el que comparte un marco cultural de memoria e identidad común; más allá de políticas partidarias o creencias religiosas.

La ficción que produce, adquiere legitimidad porque nace de esta unidad micro cultural, unida a lo territorial, desde donde se construye. Y son sus propios habitantes quiénes la elaboran y ponen en escena auto interpelándose e interpelando a los espectadores en este convivio humano que es el teatro. El teatro comunitario produce ficción con intencionalidad de futuro y, desde esta ficción, organiza y emite señales compartiendo memoria y sueños colectivos.

Incluye, organiza y produce, desde el concepto de vida colaborativo, opuesto al concepto competitivo, imperante en nuestra sociedad, e incluyendo en su práctica a todas la generaciones como forma virtuosa de encuentro, intercambio y retransmisión de saberes.

Circuito Cultural Barracas

Tiene como eje de su accionar un pensamiento transgresor: todo ser humano es esencialmente creativo. Y desarrollar este potencial es apostar a un ciudadano capaz de imaginarse e imaginar una sociedad donde el concepto del buen vivir sea un deber y un derecho a instalar; por consecuencia, construye política de espíritu comunitario.

No es sólo por una cuestión de cantidad numérica que el teatro comunitario  propone e incentiva el grupo numeroso, es por considerar esenciales los aportes colectivos y como anticuerpo a convertirse en  grupos elitistas y cerrados. En la rica y virtuosa circulación de integrantes, el teatro comunitario ha encontrado su fortaleza, lo cual aleja el peligro de aislamiento estético pasible de hacer perder anclaje en su propia comunidad

Desecha y se opone al concepto de zona sagrada y de prestigio, que los sectores dominantes ponen a la cultura. Concepto funcional a la explotación, exclusión y marginación de gran parte de la población.

“El carácter que me he permitido llamar sagrado de la ‘Cultura’ tiene una clara funcionalidad. Ante todo, un régimen basado en el sometimiento colonial sistemático, que para ello necesita hacer de la corrupción su mandamiento moral N°1; de la violencia represiva en todos los órdenes su signo de legalidad; de la excitación permanente y artificial de los apetitos y de la simultánea prohibición de satisfacerlos, su mecanismo de dominio sobre los hombres. Un régimen semejante necesita una zona impía, una zona sagrada, una zona preservada de la contaminación de sus propias acciones” (Juan Carlos Gené, 1971).

El teatro comunitario, al nombrar teatro, se refiere al hecho de representación ceremonial que esta palabra contiene y no al concepto de espacio con que la cultura dominante encorseta -no inocentemente- a esta palabra. La ceremonia teatral comunitaria no es de sala o de calle, se realiza  donde sea necesaria realizarla, teniendo en cuenta, eso sí, las necesidades estéticas que el espectáculo requiera.

La autogestión, en el teatro comunitario, es una práctica más del empoderamiento comunitario. Demostrando, en el hacer, que la organización comunitaria puede realizar y sostener en el tiempo complejos proyectos teatrales y aportar una nueva mirada de producción al quehacer teatral en general.

El teatro comunitario es, por espíritu y concepción, amateur. Pero profesional, respecto a sus capacidades técnicas y creativas. Sería un error llegar a pensar que, por ser comunitario, desconociera el oficio de las artes teatrales, simplemente, lo aprehende, transmite y ejecuta, desde la concepción colaborativa que ha elegido para construir y transitar su camino.

Rubén Borré, cirquito argentino, 50x 60, tinta.
Rubén Borré, cirquito argentino, 50x 60, tinta.

Quizás, esta sea la primera vez que aparece en una publicación este andamiaje conceptual que sostiene nuestro accionar, sobre todo para quitarle la pátina de pintoresco que suele sobrevolar, cuando se realiza una nota sobre nuestros espectáculos de teatro comunitario, y valorar la construcción política que realizan miles de vecinos-actores cuando, desde la comunidad misma, se interpelan e interpelan, emitiendo señales culturales fuera de la hegemonía que propone la cultura dominante en este mundo globalizado.

 

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