Política Cultural

La cultura como sujeto político.

El Lunes a la mañana tengo reunión de equipo con proyecto 1. Al mediodía, mientras almuerzo al lado de la compu, me toca terminar de escribir un subsidio para proyecto 2. Unas horas después, tenemos que planear la comunicación de el fin de semana para proyecto 3; responder los correos de proyectos 4 y 5, que se apilan en la bandeja de entrada. Cuando termino, me voy corriendo a dar clases para terminar, justo, unos minutos antes de que cierre el subte. Bajo en Chacarita, como dos porciones de muzza en Imperio y vuelvo a casa.

La cultura es trabajo.

A esta altura, no debería ser necesario demostrarlo: generamos el 10% del PBI de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y alrededor del 3% del país.

Tampoco, es complejo probar que no somos sólo creadores y creadoras de entretenimiento, aunque, por años, nos hayan intentado encasillar en ese lugar. Tenemos una Universidad Nacional de Artes, más de cien carreras de grado y posgrado en gestión y arte, miles y miles de cursos y talleres. Somos formadores de identidades en movimiento, disputamos políticas públicas mientras damos funciones, recitales, clases, producimos contenidos audiovisuales o escribimos libros. Somos una prueba más de que es posible construir de abajo hacia arriba.

Sin embargo, ninguna de estas, ya clásicas, disputas de sentido son realmente centrales hoy.

De cara al 2019, año electoral, les que trabajamos en cultura tenemos un gran desafío por delante: dejar de ser de ser sólo un sector, una suma de agrupaciones y personas para construirnos en sujeto político.

Pero, ¿de qué hablamos cuando decimos que la cultura debe transformarse sujeto político?

Vamos a trabajar con la hipótesis de que no hay sujeto, sino, un hacerse sujeto. Yo no soy sujeto sino que me creo, me pongo, me construyo como sujeto en mi accionar constante. No hay sujeto sin ponerse como tal.

Ilustración de Vicente Stupía
Ilustración de Vicente Stupía

Por otro lado, el sujeto siempre es plural. Hegel ya planteaba que no hay sujeto si no es en el ámbito de la intersubjetualidad, cuya plena realización está constituida por un pueblo libre. Es decir, el sujeto ya no es el individuo, sino, la suma de muchxs, el pueblo.

Luego, Marx acepta y corrige, colocando esa intersubjetualidad en la clase. El sujeto capaz de transformar la realidad es la clase social.

Hoy, es momento de que  la cultura aporte a esa transformación no, solamente, en la disputa de subjetividades. Es imperioso que la cultura vaya adquiriendo, cada vez más, no significación política, pues de por sí la tiene, sino organización política. Que se proponga expresamente la disputa de hegemonía y la construcción de poder.

Necesitamos aprovechar la transversalidad, el lenguaje común, el potencial creativo y de movilización de la cultura para construirla en ese sujeto político, colectivo y popular que nos permita ser parte de la disputa electoral.

Sólo en la ciudad de Buenos Aires, existen más de quinientos espacios culturales independientes, peñas, milongas, clubes de música, centros culturales, teatros, bibliotecas, etc. A lo largo del año, más de 2 millones de personas circulan por nuestras salas. No somos un grupo de inadaptadxs gritando, somos un colectivo.

Nuestros centros culturales tienen que volverse espacios de contención y discusión para vecinas y vecinos. Nuestros contenidos tienen que dialogar con nuestra realidad efectiva y afectiva, con lo común. Tenemos que entendernos como un espacio transversal y, porque más cultura es más trabajo, es más memoria, es más participación y, también, puede ser más seguridad.

Tenemos que ser miles y miles marchando en la columna de cultura este 24 de marzo y, en cada movilización, de acá al infinito.

No podemos escapar a la responsabilidad de dar esta batalla cultural, porque, no podemos permitir que el poder del Estado siga profundizando y fraccionando nuestra sociedad en pequeñas células familiares, que viven aisladas mirando publicidad en sus pantallas. Tenemos que usar esas mismas pantallas y llenarlas de nuestros contenidos, tenemos que ocupar el espacio público y mostrar lo bello que es encontrarte con el otrx en la calle, celebrar y habitar nuestra ciudad.

Tenemos la responsabilidad de visibilizar los miles de artistas y trabajadorxs de la cultura que se están quedando afuera de este modelo, los cientos de espacios que cierran, los masivos recortes del Estado en políticas públicas del sector.

La cultura es popular, porque no hay cultura sin el otrx. Hoy, cuando el Estado nos propone la autorrealización y el individualismo, tenemos que responder con  más cultura.


Juan Aranovich integra la mesa de coordinación del Club Cultural Matienzo.

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