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El títere de ayer y hoy

El Teatro de títeres es uno de las artes más antiguas en el mundo. Los títeres nacieron con la imaginación del hombre y pertenecen a todos los tiempos y a todos los lugares de la tierra. Por su lenguaje universal y fuerte contenido social, los personajes titiriteros obtuvieron mucha popularidad y se convirtieron en ídolos, que recorrieron las tierras de todos los continentes. Es indiscutible el efecto mágico que se produce en el espectador cuando la materia inmóvil (representada por un objeto o muñeco) toma vida propia y se convierte en un personaje, que nos hace reír, llorar, soñar e imaginar mundos maravillosos. La compleja metamorfosis que impacta y cautiva grandes y chicos con su magia y poesía es la de convertir el objeto en personaje dramático. La materia inmóvil (o inanimada), representada por una enorme diversidad de objetos que nos rodean, toma otro sentido cuando empezamos a animarlos o, como se dice en el lenguaje del teatro de títeres, a darles vida. Dar vida a la materia inmóvil es otorgar cualidades humanas a los objetos: sentimientos, emociones y pensamientos. El teatro de títeres y objetos es una herramienta expresiva muy poderosa, que tiene el don de despertar profundas emociones y, a la vez, es uno de los géneros artísticos más populares y de fuerte contenido social y político. Por eso, trascendió por los siglos y dejó una huella importante en la historia universal de la tradición teatral.

Cuando buscamos respondernos la pregunta sobre cuál es el origen de los títeres nos encontramos con datos muy escasos y poco precisos. Además, hay diferentes países en el mundo que se disputan la creación fundacional de este hermoso arte. Tal vez, la respuesta correcta es que «…el teatro de títeres comenzó cuando el hombre vio por, primera vez, a su propia sombra” (Javier Villafañe). Al moverse, su sombra, también, se movía. Al estar iluminada la figura o el cuerpo, la sombra permanecía visible. Y, al oscurecer, desaparecía ¿No es esto una maravillosa animación de algo que es externo a nuestro cuerpo, pero, a la vez, es parte de nosotros? Esta es una de las razones por la cual se supone que el teatro de sombras es una de las más antiguas, exquisitas y populares formas de teatro en el mundo, que encontramos principalmente en China, Indonesia, India, las islas de Java y Bali, Thailandia, Egipto y, más tarde, en Irán, Turquía y Arabia, entre otros.

En Indonesia (Java), el arte del Wayang Kulit Purwa nació en los cultos de adoración de los ancestros primitivos y, aún, se practica en nuestros días. Wayang significa sombra, fantasma o sombra de los antepasados, imagen o reflejo. Kulit significa piel o cuero. Y purwa significa antigua. En India, se hacían representaciones de teatro de sombras en el siglo IV, usando los maravillosos relatos épicos del Mahabharata y el Ramayana. En la región índica, el teatro de sombras era el principal medio de expresión de lo sobrenatural; muy usado para la difusión de la literatura mítica hindú. El espectáculo consistía en una combinación de música en vivo, poesía, narración y figuras animadas sobre una pantalla iluminada, que tenía como objetivo, no sólo entretener, captar la atención y despertar emociones en el espectador, sino, también, enseñar valores.

Junto con el teatro de sombras, se registran datos de la existencia de otras técnicas de manipulación de títeres, que son las marionetas (títeres de hilo), de varillas y de guantes. Hay algo en común que se refleja en todas las prácticas de manipulación, que es la fuerte conexión con las formas tradicionales de teatro y danza de la India, las temáticas de las obras, el uso de la narrativa, el mensaje moral y los principios estéticos e ideológicos. Enrique Vesely, distinguido escritor checoslovaco, dice: «…Viduchaka, el personaje más popular y más viejo del teatro de títeres hindú, es el bisabuelo de todos los fantoches. Y, por ser Viduchaka un enano con joroba, con dientes largos asomándose por entre los labios gruesos, la cabeza pelada, el rostro deformado, todos sus descendientes, directos o indirectos —Pulcinella, Kasparek, Guiñol, Punch o Petrushka —, han heredado la joroba u otra deformidad del desgraciado progenitor, pero, asimismo, han heredado su espíritu libre y justiciero”. 

Los títeres de sombra de tamaños más pequeños, muy coloridos y ágiles, como, también, los escenarios con decorado eran muy populares en muchas provincias chinas. Y la mayor diferencia en las presentaciones residía en el estilo de canto, que respondía a los cuentos, leyendas y diversas formas de la ópera folklórica. 

El teatro de sombras tradicional de Turquía, que lleva el nombre de su personaje principal Karagiöz (“Ojo negro” en turco), es una particular manera de contar cuentos, que se origina en el centro de Asia y alcanza su forma actual en el siglo XVI. Las obras interpretadas no se basaban en los textos clásicos. Sus relatos hacían referencias irónicas y satíricas a las cuestiones sociales más punzantes. El teatro Karagöz fue una de las formas más populares de entretenimiento en Turquía, antes de la aparición de la televisión y la radio, que disfrutaban adultos y niñes por igual.  

En la actualidad, el Teatro de sombras sigue existiendo, incorporando y experimentando nuevas formas,  mezclando multimedia con animación, etc. Como en el caso del grupo italiano Gioco Vita, uno de los más reconocidos en el mundo, dirigido por el gran creador Fabrizio Montecchi (Italia).

Hay otras opiniones sobre el origen del títere, como es la del Charles Nodier, que dice acerca de eso: «…Al no poder fijarse la época precisa de su nacimiento, puede decirse que, el títere más antiguo, es la primera muñeca puesta en las manos de un niño y que, el primer drama, nace del monólogo, mejor dicho, del diálogo que sostiene el niño con su muñeco”. Queda claro que cualquiera sea el origen del títere, en definitiva, siempre, será una parte inseparable del hombre, su sombra, su otro yo, su amigo incondicional, su confesionario, su conciencia.  

Según el libro sagrado de los mayas quiché, el Popol Vuh: “…los dioses, antes de crear el hombre, crearon los muñecos de lodo y, después, los hombres de madera, que se parecían al hombre, podían hablar y poblaron la Tierra, pero, su inteligencia no fue suficiente para adorar a sus creadores y fueron destruidos…”  La titiritera y escritora Mane Bernardo, escribió: «…el hombre primitivo descubrió la sombra danzante en la pared de una caverna y quedó fascinado. Luego, modeló con barro figurillas estáticas. Pero, necesitó moverlas y tuvo, entonces, que fraccionarlas. Articuló su cabeza y sus miembros. Su necesidad expresiva lo llevó a hacerlas vivir, representar o fingir todo aquello que su alma taponaba y que, imperiosamente, quería volcar al mundo que le rodeaba”. Algunos investigadores opinan que el origen de la palabra títere viene de muy lejos y tiene que ver con el sonido ti-ti-ti provocado por una lengüeta metálica, utilizada por los titiriteros para hablar y caracterizar las voces de los títeres. 

Cabe destacar que, en la época del Renacimiento europeo, el papel que jugaron los títeres en el desarrollo y la preservación de la tradición teatral es fundamental. En esa importante etapa, se planteó una nueva forma de ver el mundo y al ser humano, con nuevos enfoques en los campos de las artes, la política, la filosofía y las ciencias. Se instaló una nueva corriente: el humanismo, más interesado en el hombre y la naturaleza que en las cuestiones divinas y espirituales. El nacimiento de este “nuevo ser humano”, libre y despojado de dogmas, conlleva la necesidad de ser inserto en la naturaleza y en la historia. Los artistas que, durante la Edad media, eran considerados artesanos, empiezan a ser valorados por su dimensión intelectual y salen del anonimato. El personaje de títeres más reconocido, que reúne todas esas características y representa por excelencia su época, es sin duda Pulcinella y su origen es de Nápoles, Italia. Es un personaje de la commedia dell’arte, dentro del grupo de los zanni (criados). Pero, siendo un títere, siempre, ha podido decir lo que piensa, sin censura, inclusive, en las épocas más oscuras, en las que estaba prohibido el teatro, quemadas las obras y perseguidos los artistas. Las armas de Pulcinella contra el poder eran el absurdo y la risa. Todo lo lograba cantando y hasta podía engañar y vencer a la muerte. En este sentido, no era  un personaje, sino, toda una filosofía de vida. Un vagabundo siempre hambriento, que vive como puede. Pero, siempre, es consciente de que la vida es un teatro en el que hay que actuar y poner nuestra mejor máscara, ante todas las adversidades que tienen los pueblos maltratados por la historia o los grandes poderes. El público se sentía identificado y el personaje de Pulcinella se multiplicó, rápidamente, en casi todos los pueblos europeos, con distintos nombres: Punch (Inglaterra); Guiñol (Francia), un joven y sonriente obrero lionés, amable, rebelde, pero, de buen corazón; Karagöz (Turquía); Karagiosis y Fasoulis ( Grecia); Petrushka y Vanka Riu  (Rusia); Kasperle (Austria), personaje con un carácter un poco más refinado que el resto de sus congéneres; Kasparek (República Checa); Vasilache (Rumania); Pencho (Bulgaria); Mester Jakel (Dinamarca); y Kasper en Suecia, entre tantos otros. 

En las obras de Shakespeare se encuentran muchísimas referencias de títeres. Lord Byron sentía tal admiración por este arte que llegó a decir: “El que no ama a los títeres no es digno de vivir”. En el año 1716, el Príncipe Esterházi de Hungría encargó al compositor Josef Haydn la dirección del teatro de marionetas. Luego, Haydn compuso siete óperas para marionetas, de las que sólo se conservaron dos: Philemon und Baucis y El Incendio. Goethe sentía gran admiración por el teatro de títeres. Para escribir la obra que lo inmortalizó, Fausto, se inspiró en una representación de títeres que había visto en Frankfurt cuando era niño, de un texto de autor anónimo del año 1587, titulado Historia del doctor Juan Faust, célebre mago y hechicero.  En España, los títeres inspiraron a Miguel de Cervantes a incluir, en su inmortal obra, Don Quijote de la Mancha, el retablo de Maese Pedro con la historia de Don Gaiteros y su esposa Melisendra. El títere en España ha servido, también, para difundir obras de la literatura clásica, como las de Juan de la Encina y Lope de Vega. En el año 1930, culminando sus trabajos para los populares títeres de cachiporra, Federico García Lorca escribió el Retablillo de Don Cristóbal, una farsa para guiñol en un acto. Durante un viaje que el poeta realizó, entre los años 1933–1934, esta obra se presentó, por primera vez, en la Argentina y el montaje se realizó en la trastienda del Teatro Avenida de la ciudad de Buenos Aires. Esta función de títeres de cachiporra, para unas 50 personas, fue presenciada por el gran poeta y titiritero Javier Villafañe, que popularizó y difundió este hermoso arte, no sólo en la Argentina, sino, en casi todo el continente americano. Fundó más de 700 teatros de títeres en escuelas estatales y organizaciones populares, en varios países americanos. Fue incansable luchador por la justicia social y los derechos humanos. Viajó en barco, con su compañera Elba Fábregas (artista plástica, titiritera y poeta), para hacer títeres en la lejana China y, también, en Rusia. Donde conocieron y se inspiraron de la obra del “padre de los títeres modernos”, el gran creador ruso Serguey Obraztsov.

A principios y a mediados del siglo XX, en Europa (tanto del este como del oeste), se crearon importantes escuelas de títeres, teatros profesionales y las primeras carreras universitarias de formación en este arte, en varios países pertenecientes al mundo socialista. Entre ellas, se destacan las de la ex URSS, Bulgaria y la ex Checoslovaquia. En Francia, un país de importantísima tradición artística, el desarrollo del teatro de títeres, también, tiene mucha presencia. En el año 1980, la cuidad de Charleville-Mézières se convirtió en la sede de UNIMA – internacional y albergó gran cantidad de estudiantes de todo el mundo, que fueron a formarse o a perfeccionarse en el Instituto Internacional de la Marioneta (IIM) y en la Escuela Nacional Superior de las Artes de la Marioneta (ESNAM). En la Argentina, existe la única carrera universitaria de Teatro de Títeres del continente americano, dentro de la UNSAM (Universidad Nacional de San Martín), que se denomina Licenciatura en Artes Escénicas focalizada en Teatro de títeres y objetos. Que recibe estudiantes de la Argentina, México, Colombia, Brasil, Bolivia, Venezuela, Chile, Uruguay y Perú, entre otros. Otras escuelas destacadas, en formación de titiriteros, en el país, son: el Taller escuela de CTBA (Complejo Teatral de Buenos Aires, fundada por Ariel Bufano), la Escuela Provincial de Teatro de títeres de Rosario, la Diplomatura en Teatro de títeres y objetos de UNGS (Universidad Nacional de General Sarmiento), la Escuela de títeres Alicia Murphi de Neuquén, etc. 

Otro acontecimiento muy importante, es la creación de UNIMA (Unión Internacional de Marionetas), en Praga (ex Checoslovaquia), el día 20 de Mayo 1929 con ocasión del 5º Congreso de Marionetistas Checos. Evento donde fueron invitadas personalidades de Bulgaria, Francia, Yugoslavia, Alemania, Austria, Rumania y la ex Unión Soviética. Esta organización mundial, que reúne a titiriteros de más de 90 países, es una plataforma de intercambio, que brinda la posibilidad de descubrir todos los campos de la marioneta (formación, investigación, documentación, colección, exposición, terapia, educación, etc.), pero, también, publicaciones e información sobre el desarrollo de la marioneta en el mundo, talleres y cursos. La UNIMA organiza festivales, congresos, reuniones y conferencias internacionales, brinda apoyo y formación a los centros nacionales y elige, democráticamente, sus miembros consejeros de todos los países. Sólo los consejeros, que son representantes de cada país, tienen derecho a voto. La instancia suprema es el Congreso, que se reúne una vez cada 4 años. El congreso vota el programa que llevará a cabo durante los 4 años siguientes, así como las metas y objetivos de la UNIMA. 

La titiritera Antoaneta Madjarova, con los títeres de Javier Villafañe, de fondo, y junto a Juan Carlos Junio y Juano Villafañe.

El teatro de títeres vuelve a estar en auge a partir del siglo XX y por toda Europa y América se abrieron teatros dedicados a espectáculos de títeres. Artistas como Manuel de Falla, Federico García Lorca, Igor Srtavinsky, Alexander Calder, Tadeusz  Kantor, Oskar Schlemmer, el pintor suizo vanguardista Paul Klee y muchísimos más, inmortalizaron los títeres en sus obras. Aparecen nuevos autores que empiezan a interesarse por el género y escriben dramaturgia para teatro de títeres. En los años ´60,´70 y´80 se instalan nuevos criterios para las puestas en escena, el abordaje y la utilización del espacio escénico. Aparecen nuevos fenómenos, como el teatro de objetos, el teatro negro (con la utilización de la luz negra), la incorporación de los cuerpos de los actores en la escena junto con los títeres, las puestas se proporcionan en distintas escalas, se desestructura y modifica el escenario para el espectáculo con títeres. Aparecen espacios físicos (teatros especializados para obras con títeres) y grandes montajes escénicos (Teatro Central de Moscu, Teatro Negro de Praga,  Naivni en Liberec, Teatro Drak, Divadlo rozmanitosti, Compañía Ph. Gentie, Teatro General San Martín, etc.) Comienza la utilización de los títeres en la televisión y en el cine (por ejemplo, Jim Henson, en EE.UU.). Cambia conceptualmente la utilización de la escenografía, que deja de ser un decorado estático para convertirse en un componente dinámico en la puesta, con condiciones de animación. En los años ´90, en la Argentina, aparece otro fenómeno que es el teatro de cámara para los títeres, que convive junto a la tradición callejera (ambulante), el gran espectáculo (de Ariel Bufano y, más tarde, de Libertablas), teatro de objetos (Periférico de objetos) y el teatro para y en la escuela.  

La presencia de los títeres durante toda la historia de la humanidad es indiscutible y existen miles de ejemplos que lo demuestran: las Múa Rôi Nuóc, marionetas sobre agua de Vietnam, el Bunraku japonés, los Pupi siciliani, el Teatro dei Piccoli de Vittoria Podrecca,  las Marionetas de Salzburgo, los personajes Spejbl y su hijo Hurvinek, del gran artista checo José Skupa, que llevaba su teatro de títeres a los sanatorios para alegrar a niñes convalecientes, la Compañía de Philippe Genty de Francia, los títeres de Jim Henson (EE.UU.), el maestro de maestros Eduardo Di  Mauro en Venezuela, la gran labor de Mireya Cueto en México, o el gran Ariel Bufano en Argentina. A todos ellos y a muchos otros, que dieron su enorme aporte y amor a este hermoso arte, le debemos un gran reconocimiento por conservar la tradición del arte de los títeres y hacer, de este milenario oficio, una de las profesiones más dignas y humanas.   

Palabras  de Roberto Docampo, gran creador, escenógrafo, constructor, intérprete, integrante del elenco estable del Teatro General San Martín y formador de casi todos los titiriteros argentinos de la nueva generación: «Sospecho que el títere tiene que ver con la Libertad».

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