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Denuncia feminista en el teatro de Federico García Lorca

Una relectura del teatro lorquiano nos muestra una decidida postura feminista, en su defensa de la mujer y de las minorías oprimidas: los gitanos, los negros, etc. De su infancia nos cuenta:”yo era un niño rico del pueblo, un mandón y descubrí que, también, había pobreza, dolor y sufrimiento en el mundo”.  En  Mi amiguita rubia -escrito a los 17 años- ya encara el tema de las mujeres en la sociedad española, en la que, como dice uno de sus personajes, “la peor desgracia es nacer mujer”.

“En Andalucía todas las mujeres pobres mueren de lo mismo, de dar vidas y más vidas. Los hogares pobres son nidales de sufrimiento y vergüenzas. Yo protesto contra ese abandono del obrero del campo. Yo lo siento y mi alma se llena de amargura. Cuántas veces he visto yo un entierro de una madre con el niño entre sus piernas, muertos ambos de miseria y falta de asistencia. Cuántos niños se mueren de suciedad y de abandono.  Los niños pobres de los pueblos se mueren, unos por falta de alimento y otros por exceso de trabajo”.

En sus obras teatrales, las sabias son las criadas y las mujeres humildes. La Poncia en La Casa de Bernarda Alba, el Ama de Doña Rosita  la soltera, la Vieja Pagana en Yerma, entre otras. Esta última despertó una reacción airada de la derecha española. El estreno, en Madrid en 1934, constituyó un verdadero escándalo, generando una gran polémica y reflejando los conflictos sociales que acabarían detonando, dos años después, en España, con el golpe de estado franquista. El mandato de ser madre  lleva a Yerma a enterrarse en vida. Llevada por su padre, acepta como marido a un hombre al cual no desea y renuncia a su primer novio, Víctor, al que no olvida. Deber y deseo tensionan la vida de la protagonista, un antagonismo que Yerma no puede resolver y determina un desenlace trágico.

En una de las escenas, la protagonista encuentra en su camino a una muchacha que se ha casado hace poco y que le dice que sin hijos está más tranquila. Cuando Yerma le pregunta por qué se ha casado, responde: Porque me han casado. Se casan todas. (….) Yo tengo diecinueve años y no me gusta guisar ni lavar. Bueno, pues todo el día he de estar haciendo lo que no me gusta…. Yo te puedo decir lo único que he aprendido de la vida: toda la gente está metida dentro de sus casas haciendo lo que no les gusta. Cuanto mejor se está en medio de la calle. Ya voy al arroyo, ya subo a tocar las campanas, ya me tomo un refresco de anís”. Esta voz resulta subversiva en la sociedad española. Y se suma a la de la Vieja Pagana, quien pregunta a Yerma si desea a su marido. Ésta se asombra y la vieja la confronta: “Los hombres tienen que gustar, muchacha. Han de deshacernos las trenzas y darnos de beber en su misma boca. Así corre el mundo.”

En Doña Rosita la soltera, el mandato ineludible sobre la mujer es el matrimonio. Sobre su Rosita dijo Federico: “Doña Rosita es la vida mansa por fuera y requemada por dentro de una doncella granadina que, poco a poco, se va convirtiendo en esa cosa grotesca y conmovedora que es una solterona en España. Es el drama profundo de la solterona andaluza y española en general. España es el país de las solteras decentes, de las mujeres puras, sacrificadas por el ambiente social que las envuelve. He querido que la más pura línea conduzca mi comedia desde el principio hasta el fin ¿Comedia he dicho? Mejor sería decir el drama de la cursilería española, de la mojigatería española.  Del ansia de gozar que las mujeres han de reprimir por fuerza en lo más hondo de su entraña enfebrecida.”

Esta obra se sitúa a fines del siglo 19 y principios del 20. Cuenta la historia de una joven que queda en Granada durante treinta años esperando a su novio, que ha viajado a Tucumán en pos de un mejor porvenir. Él jamás regresa, pero, tampoco, le informa a Rosita que se ha casado. Sigue enviándole cartas y la joven va envejeciendo con la ilusión de un matrimonio que nunca se concreta. Es, nuevamente, la voz de la mujer de pueblo la que habla con sabiduría, en el personaje del Ama: ¿le parece bien que un hombre se vaya y deje durante años plantada a una mujer que es la flor de la manteca? Ella debe casarse… tendrá el pelo de plata y todavía estará cosiendo cintas de raso liberty en los volantes de su camisa de novia.”

La casa de Bernarda Alba retoma la opresión de la mujer con diversas voces, en las hijas de Bernarda. La madre representa el mandato social hacia la mujer: sumisión, obediencia y encierro dentro del hogar. La virginidad, que la hija menor –Adela- transgrede. La hipocresía de Bernarda: mi hija ha muerto virgen… ¡silencio!”

Amelia, otra de las hijas, habla de una amiga: “el novio, ahora, no la deja salir ni al tranco de la calle. Antes, era alegre y, ahora, ni polvos en la cara se echa”. “Eso tiene ser mujer” dice Bernarda, “hilo y aguja para las hembras, látigo y mula para el varón”. Y la Poncia, afirma: “a vosotras, que sois solteras, os conviene saber que el hombre, a los quince días de la boda, deja la cama por la mesa, luego, la mesa por la tabernilla. Y la que no se conforma se pudre llorando en un rincón”.

En Bodas de Sangre, también, se observa la represión de la novia y la moral natural de la criada: “dichosa tú que vas a abrazar a un hombre, que lo vas a besar, que vas a sentir su peso” (…) una boda, niña, ¿qué es? ¿son los dulces o los ramos de flores? No. Es una cama relumbrante y un hombre y una mujer”.

En esta obra, inspirada en un suceso ocurrido en Níjar, nuevamente, la trasgresión de la mujer al mandato social culmina en tragedia. Denominador común en Lorca, quien asume la denuncia feminista, pero, no  plantea, en el desenlace, un destino de libertad para sus heroínas. Estas no logran una salida, como sí lo resuelve Ibsen con su Nora, en Casa de Muñecas.


Clelia Volonteri es profesora de filosofía y psicóloga (U.B.A.). Dirige la performance teatral Voces Lorquianas, para difundir la obra y biografía de Federico García Lorca.

 

 

 

 

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